3. Podría argüirse que nada impide que una sola y misma cosa tenga múltiples atributos. Pero, con todo, el sujeto de todos ellos habría de ser uno, porque no puede existir multiplicidad sin unidad de la que derive y en la que se dé, al menos, una de las cosas múltiples con las que contamos habrá de ser la primera de todas, pudiendo, entonces, tomarse en sí misma y aisladamente. Si se dijese que se da a la vez que las demás, convendría reunirla con ellas, y, aun considerándola diferente, permitir que vaya con esas cosas. Sería preciso, pues, buscar un sujeto que no estuviese en las otras cosas, sino tan sólo en sí mismo. Porque, aunque pudiese hablarse de un sujeto que se da en las otras cosas, sería un sujeto que se le pareciese, pero no este sujeto mismo, puesto que, si tal sujeto ha de poder verse en las otras cosas, él mismo tiene que estar aislado. Y, si se afirmase que sólo tiene existencia en las otras cosas, entonces, ese sujeto no existiría en estado simple, pero ello supondría que tampoco puede existir el compuesto. Porque, si no puede existir un ser en estado simple, la sustancia no tiene fundamento. Y, si lo simple no existe, menos podrá existir lo compuesto de lo simple. Porque no podría existir por separado cada uno de los términos simples, si no tiene realidad sustancial por sí mismo; y, supuesto esto último, no podría de ningún modo unirse a otro ser, puesto que no existe en absoluto ninguno de tales seres. ¿Cómo, por ejemplo, podría existir un ser compuesto y provenir de cosas que no poseen el ser? ¿Cómo podría provenir, no de cosas que no poseen el ser, sino de cosas que no lo poseen en absoluto? Si, pues, el ser pensante es algo múltiple, conviene que el pensamiento no se de en algo que no es múltiple. Esto es lo que ocurre con el Primero; por lo cual el pensamiento y la inteligencia se darán en los seres que vienen después de El.