Excertos de tradução espanhola disponível em Cartas
1. Forma parte del grupo de cartas dirigidas a Dión o a sus amigos. Los datos históricos que sitúan la carta son los siguientes. Dión de Siracusa, amigo de Platón, en quien este pusiera sus esperanzas políticas, acaba de morir. Era hermano político de Dionisio el Viejo de Siracusa. Estuvo asociado al gobierno de Sicilia. Ya en este tiempo había llevado a la corte siciliana al filósofo ateniense. Más tarde, bajo el reinado de Dionisio el Joven, Platón volvió a Siracusa, llamado siempre por su amigo. Se pensaba que entonces iba a ser posible reformar el gobierno de la ciudad, preparando una constitución en la que se aliaran la libertad y la autoridad. Pero la realidad fue muy otra. Dionisio desterró a Dión. Y luego de las vanas tentativas de Platón para influir en el espíritu del tirano, el filósofo regresó a Atenas. Dión, luego del último regreso de Platón, abandonó el Peloponeso: venció a Dionisio, reduciéndolo con su ejército a la acrópolis y forzó al tirano a que abandonara el país. Pero no era fácil organizar el país en medio de luchas incesantes. Heraclides, que había sido víctima de Dionisio y compañero de destierro de Dión, ambicionaba el primer puesto. No toleraba el papel preponderante del libertador de la ciudad y persuadió a sus conciudadanos de que debían liberarse de la influencia de Dión. Este tuvo que retirarse a Leontinos. Las querellas debilitaron el espíritu de oposición a la tiranía. Dionisio, que había sido olvidado, aprovechó la ocasión, se presentó en Siracusa y reconquistó el poder. La ciudad llamó de nuevo a Dión, quien, por segunda vez, entregó la ciudad a la siracusanos. Pero esto no significó el fin de las disensiones internas. Heraclides recomenzó sus intrigas e hizo lo posible por hacer fracasar las sabias reformas de Dión, hasta que este toleró que se condenara a muerte al intrigante. Tampoco esto significó la paz. Esta vez el causante de las turbulencias fue un ateniense, Calipo, de quien Dión había sido huésped durante su destierro. Partidario primero de Dión, junto con su hermano Filóstrato, se señaló en la lucha de liberación de Sicilia. Pero muerto Heraclides, adversario peligroso, comenzó a organizar hipócritamente la muerte de Dión y su propia subida al poder. Asesinado Dión, Calipo se hizo con la tiranía, que, según Diodoro, ejerció durante trece meses. Esas son las circunstancias que supone la Carta VII: Calipo está en el poder y los amigos de Dión, desterrados, preparan su venganza y la reconquista de Sicilia. El crimen había sido cometido en 354 o 353; Platón tenia setenta y tres o setenta y cuatro años.
2. Platón dirige la carta a los parientes y amigas de Dión, respondiendo al deseo de estos de que el filósofo colabore en sus proyectos de restauración. Os ayudaré-les dice-con tal que pretendáis lo mismo que deseaba él. Platón tuvo ocasión de conocer bien cuáles eran los proyectos del muerto. Para facilitar su comprensión va a exponerlos y a explicar su génesis. Incluso podría reivindicar la paternidad de dichos planes.
Comienza por explicar sus experiencias políticas y su estado de ánimo al ir a Sicilia, llevando su narración hasta el momento del destierro de Dión y su regreso a Atenas. Recuerda entonces que lo que debía constituir la parte principal de su carta eran sus consejos. Y recuerda así mismo que estos consejos se los había ya dado él a Dionlsio. Este no hizo caso y fue causa de [as desgracias de Sicilia. ¿Qué hay que hacer para realizar los planes de Dión? Emprender la reforma interior de los conciudadanos, restituir en el país los valores morales. Esta es la base indispensable de las reformas exteriores. Y luego hay que convocar una asamblea que establezca una Constitución. Reemprende luego la narración de sus viajes y sus actividades en Sicilia. Al regresar definitivamente a Atenas, encuentra a Dión en Olimpia. Este, organizado el partido de la resistencia, prepara la guerra. Platón desaprueba el método, ofreciendo su colaboración solo para la acción diplomática y pacífica. La conclusión se basa en reflexiones análogas a las de los consejos: la necesidad de una reforma moral personal.
3. La autenticidad de la Carta VII apenas necesita demostración. Es esta, en efecto, la que lleva más marcado el sello platónico. Muy probablemente es la más antigua que se conserva, la que ha proporcionado los materiales para redacciones más tardías.
Las objeciones más serias e importantes que se han presentado a la autenticidad de la carta son las de Karstern, que podemos reducir a tres capítulos: a) forma y composición de la carta; b) dificultades históricas; c) filosofía de la carta.
a) El estudio atento del relato del autor de la carta nos lleva a la conclusión de que se ha elegido la forma adecuada para desarrollar una serie de pensamientos que el autor quería dar a conocer y también la forma que le permitiera hacerlos llegar al mayor número posible de lectores. Es, en suma, lo que nuestros periódicos o revistas habrían llamado una «carta abierta». Así lo entendieron también los antiguos unánimemente.
El fin real del escrito es el de legitimar su propia conducta en los asuntos de Sicilia. La parte parenética es, en realidad, un mero pretexto para hacer frente a las críticas que los sucesos de Sicilia habían provocado. De la misma manera que en otros tiempos se había hecho a Sócrates responsable de las funestas empresas de sus discípulos, un Alcibíades o un Critias, resultaba natural se sospechara de la actitud de Platón junto a Dianisio. Las partidarios de Dión quizá podían achacarle el haberle embarcado en una actitud que dio precisamente lugar a su muerte. Además, los autores del crimen eran atenienses y habían estado relacionados coa la Academia. Platón debía justificar su conducta por el honor de la escuela y el futuro de la misma, por el buen nombre de su patria, incluso por el destino de sus doctrinas más estimadas. Este es el sentido de la Carta VII. El interés de todo el drama se centra en tres personajes: Platón, Dión y Dionisio. Los acontecimientos externos tienen poca importancia, en relación con los motivos internos que los provocan. Este juego de las pasiones humanas está analizado en la carta con una agudeza de psicólogo que bien puede recordar la República y con un acento de verdad que solo puede proceder de quien realmente ha vivido lo que escribe.
El primer argumento en contra de la autenticidad se basa en la aparente falta de composición o estructura de la carta. La impresión es la de un mosaico de fragmentos dispersos. La composición difiere, evidentemente, de la de los sofistas y retóricos, tan limpiamente articulada. En cambio, se encuentra en ella esa agilidad de fondo tan característica de los Diálogos, esa insensible evolución del tema propuesto al comienzo, con esa composición que puede parecer caprichosa y que va de lo esencial a la digresión para regresar sin sentir al tema. Si se lee atentamente la carta, una segunda vez si es preciso, se verá hasta qué punto es imposible suprimir ni un solo párrafo sin dañar con ello el conjunto.
b) Se presentan tres dificultades históricas. En 324 a-b se habla de un Hiparino. ¿De cuál se trata? Hubo un Hiparino hijo de Dión, y otro hermano de padre de Dionisio el Joven y sobrino de Dión. Sostienen algunos críticos que el autor de la carta solo pudo referirse al hijo de Dión. Pero según Plutarco y Cornelio Nepote, este Hiparino murió antes que su padre. Este anacronismo probaría, pues, la inautenticidad de la carta. Se han propuesto para ello varias soluciones, de las que la más evidente parece la que dice que se trataba aquí no del hijo de Dión, sino del sobrino que estaba muy vivo aún entonces. La cuestión de la edad no es obstáculo. Dión tenía unos veinte años cuando Platón fue a Sicilia por primera vez. Hacia 354, cuando se escribe la carta, Hiparino debe de tener esta misma edad. Ahora bien: Dionisio se casó con la hermana de Dión en 398, y no es imposible que esta hubiera dado a luz a los veinte años de casada. Por otra parte, el hijo de Dión careció en absoluto de importancia, mientras que el sobrino, hijo de Dionisio el Viejo y hermanastro de Dionisio el Joven, era considerado verdaderamente como el heredero de los pensamientos y proyectos del liberador de Sicilia. Muerto su tío, él estuvo al frente del partido de la resistencia contra Calipo, y unos meses más tarde se apodera él del reino y gobierna durante dos años.
La segunda dificultad se refiere a la organización política de la época de los Treinta. La descripción que da de ella el autor de la carta parece demostrar ignorancia de los asuntos políticos de Atenas. Las inexactitudes, empero, que en este aspecto veía el crítico mencionado han quedado rebatidas con la aparición de la Constitución de Atenas, de Aristóteles, que en su capítulo 35 describe una organización política en todo conforme con la de la carta. No hay, pues, aquí error histórico.
La tercera dificultad, la cuestión de Darío y el reparto de Persia, no es en realidad ninguna dificultad hoy día. No coincide, en efecto, con Heródoto (III, 89), pero sí, en cambio, está perfectamente de acuerdo con las afirmaciones de las path:/Leis|Leyes (III, 695 c).
c) La digresión filosófica de la carta es el pasaje en que más hincapié hacen los adversarios de la autenticidad. Es imposible seguir punto por punto el razonamiento de Karstern sobre esta digresión. Todos sus puntos han sido revisados hoy en día y carecen de fuerza. El sentido de este pasaje filosófico se ha demostrado perfectamente platónico. No se trata de doctrinas esotéricas u ocultas, expuestas de manera más o menos misteriosa y extraña a la manera de Platón. Basta una atenta comparación del fragmento con las doctrinas del Fedro para ver que esta parte de la Carta VII no es ni más ni menos que el eco de las teorías del diálogo. También en este insiste Platón en la idea de que, pintura o escritura, todo sistema representativo del pensamiento tiene un doble inconveniente: el de no ser más que una traducción aproximativa del objeto, y el de no podernos dar, a causa de su fijeza o inmovilidad, las continuas explicaciones que seria necesario añadirles. Véanse, por ejemplo, los pasajes 276 c y 277 d-278 b del Fedro. Lo específico de la carta (y gracias a estos matices deja de ser esta una burda imitación de aquel) está en una exposición más técnica de los motivos que impiden reconocer un valor científico a un escrito cualquiera. Porque todo elemento de expresión tiene algo de convencional, como nos enseñó el path:/Cratilo|Cratilo (432 b-e-435).
Resumiendo, pues: la tradición, el relato de los sucesos, la marcha doctrinal del texto, la composición en apariencia caprichosa y descuidada, así como las imperfecciones del estilo, que permitirían incluso fechar la carta por solo estas, son todo razones que convergen a la autenticidad platónica indiscutible de la Carta VII.