5 Pero si la carencia del bien es causa de que vea la tiniebla y se junte con ella, el mal del alma estará en la carencia, y ése será el primario — concedamos que la tiniebla sea el secundario — , y la naturaleza del mal no estará ya en la materia, sino que será anterior aun a la materia.
No, el mal no está en cualquier clase de carencia, s sino en la total. Es un hecho al menos que quien carece del bien en poco no es malo, pues puede incluso ser perfecto al nivel de su propia naturaleza. Pero cuando se es carente del todo, como lo es la materia, eso es el mal absoluto sin parte alguna de bien. Y es que la materia ni siquiera posee el ser, como para que pudiera de ese modo tener parte en el bien, sino que su ser lo es sólo de nombre, hasta el punto de que se pueda decir con verdad que su ser es no-ser. La carencia, pues, lleva consigo el no ser bueno; pero la carencia total, el ser malo, mientras que una carencia considerable comporta la posibilidad de caer en el mal, y es ya un mal para alguien. Menester es, por tanto, concebir el mal no como este o aquel mal, por ejemplo la injusticia o algún otro vicio, sino como aquel que no es todavía ninguno de éstos, mientras que éstos son a modo de especies de aquél, especificadas por diferencias adicionales: por ejemplo, en el alma, la nequicia y, a su vez, las especies de ésta especificadas bien por la materia de que se ocupan, bien por las partes del alma, bien porque una es como una visión y otra como una tendencia o una pasión.
Pero suponiendo que aun las cosas externas al alma sean males, ¿cómo reducirlas, por ejemplo la enfermedad y la pobreza, a aquella naturaleza?
La enfermedad, como carencia o exceso de cuerpos enmateriados que no soportan orden y medida; la fealdad, como materia no dominada por la forma; la pobreza, como indigencia y privación de las cosas de que habernos menester por culpa de la materia, con la que estamos emparejados y cuya naturaleza se cifra en ser menesterosidad. Y si esto que decimos es verdad, no hay que afirmar que nosotros seamos principio de males siendo malos por nosotros mismos, sino que los males son anteriores a nosotros, y que los males que se apoderan de los hombres se apoderan de ellos en contra de su voluntad; pero que hay modo de «evadirse de los males» del alma para los que pueden, pero que no todos pueden; y que en los dioses sensibles, pese a la presencia de la materia, no está presente el mal (quiero decir la maldad característica de los hombres, pues que ni siquiera lo está en todos los hombres) porque dominan sobre la materia (pero son mejores los dioses en los que no está presente la materia), pero que la dominan además con aquello que hay en ellos no envuelto en materia.