9 ¿Y con qué conocimos esos males? Y primero el vicio, ¿con qué lo conocimos? Porque la virtud sí la conocemos con la inteligencia misma y con la sabiduría, pues se conoce a sí misma. Pero el vicio, ¿cómo?
Pues del mismo modo que con una regla conocemos lo que es rectilíneo y lo que no, así también con la virtud conocemos lo que no se ajusta.
¿Viéndolo o sin verlo? Me refiero al vicio.
El vicio completo sin verlo, pues es indefinido. Lo que de ningún modo se ajusta, lo conocemos, pues, por abstracción, mientras que el vicio incompleto lo conocemos por ser deficiente en eso. Cuando vemos, pues, una parte, por la parte presente concebimos la ausente, que está, sí, en la forma total, pero que en aquel caso está ausente; y, de ese modo, a la parte que vemos la llamamos vicio, dejando la parte desprovista en la indeterminación. Y así también, cuando algún rostro aparece a nuestra vista sobre la materia como feo, porque la razón no ha dominado en él hasta el punto de encubrir la fealdad de la materia, nos lo representamos feo por su deficiencia en forma. Y lo totalmente desprovisto de forma, ¿cómo?
Abstrayendo de toda forma, decimos que aquello en lo que no están presentes las formas es materia, no sin que antes nosotros mismos hayamos tomado informidad dentro de nosotros en el proceso de abstracción de toda forma, so pena de no lograr una visión de la materia. Y por eso es ésta una inteligencia distinta — una ininteligencia —, porque tuvo la audacia de ver lo que no es su propio objeto. Del mismo modo que el ojo se aparta de la luz a fin de ver la tiniebla sin verla (el abandonar la luz, es para ver la tiniebla; con luz no podría verla; pero tampoco podría verla, sino no verla, sin algo de luz), para llegar a ver la tiniebla tal como le es posible, pues así también la inteligencia, dejando dentro de sí su propia luz y como saliendo de sí misma y acercándose al que no es su propio objeto, al no traer consigo su propia luz, experimenta algo contrario a su ser, a fin de ver lo que le es contrario.