10. ¿Diríase, acaso, que no se necesita que la imagen quede enlazada a su modelo? ¿Y se daría como razón el que un retrato subsiste aunque su modelo desaparezca? Pues éste es también el caso del fuego que se ha ido y que, con todo, deja que siga el calor en el cuerpo calentado por él.
Vayamos primero con el ejemplo del modelo y del retrato, si se habla realmente de un retrato pintado en el que el modelo no ha intervenido para su ejecución. Aquí se trata del pintor, que no ha hecho su propio retrato ni aun siendo él mismo su modelo; pues lo que pinta no es en modo alguno ni el cuerpo del pintor ni la forma imitada por él, hasta el punto de que habremos de decir que no es el pintor, sino una determinada disposición de los colores la que constituye el retrato. Con pleno derecho ese retrato no podrá atribuirse al modelo, como ocurre con las imágenes de los objetos en el agua, en un espejo o en una sombra. En este caso la imagen sale de su modelo y toma su origen en él pero aún despues de originada no puede permanecer separada de aquél. Conforme a esto, hay lugar para pensar que las potencias más débiles provienen otras potencias anteriores.
En cuanto al ejemplo del fuego, la contestación que daremos es que el calor no es una imagen del fuego. Ello, claro está, siempre que no se diga que hay fuego en el calor, porque, de ser así, se admitirían separadamente el fuego y el calor. Además, aunque no pueda decirse que instantáneamente, sí se estima que el cuerpo deja de calentarse y se enfría una vez que se aleja de él el fuego. Quienes afirman que las potencias se extinguen, tendrán que atribuir esa destrucción al ser primero, a la vez que harán de las almas y de la inteligencia algo realmente corruptible. Con ello, presentarán a los seres fluyentes como surgidos de una sustancia que no fluye; sin embargo, si el sol permanece fijo en un mismo sitio, suministrará idéntica luz a los mismos lugares, pues, de no admitirse así, habría que creer que el cuerpo del sol está fluyendo. Pero ya hemos dicho en otra parte y con plenitud de argumentos1 que los seres que surgen del ser primero son incorruptibles, e inmortales las almas y las inteligencias todas.
Cf. Enéada IV, 7, y Enéada V, 2. ↩