5. ¿Cuál es, pues, la naturaleza del número? ¿Es algo así como un acompañamiento que se advierte como añadido a cada esencia? Porque, por ejemplo, hombre es un hombre, es ser, un ser, todos y cada uno de los inteligibles y el número de modo total. Pero, ¿cómo el número dos y el número tres, y cómo todas las formas una a una, y el número considerado de esta manera, se reuniría en la unidad? Porque lo que así se daría sería desde luego una multitud de unidades, pero ninguna de ellas, salvo el uno absoluto, tendría carácter unificador. Esto, claro está, siempre que no se diga que el número dos es la cosa misma, o mejor, lo que se ve como añadido a la cosa y que reúne en ella dos potencias aunque el compuesto forme una unidad; o que no se piense al modo de los pitagóricos, a quienes parecía que las cosas son los números por analogía, y así que el número cuatro es la justicia, y otro número otra cosa. En tal sentido, un número como el diez queda uncido a la multiplicidad que se da en la cosa, la cual, con todo, sigue siendo una y tantas veces una como lo exija la década.
Sin embargo, nosotros no decimos diez de esta manera, sino reuniendo cosas que se encuentran separadas. Y así, decimos diez cuando de varias cosas hacemos una y resulta una década; lo mismo que ocurre en el mundo inteligible. Mas, si ello es tal como afirmamos, ¿podrá hablarse de una existencia real del número, al que contemplamos como añadido a las cosas? ¿Qué nos impedirá decir, por ejemplo, que lo blanco, contemplado como añadido a las cosas, tiene también existencia real? En cuanto al movimiento, también se percibe como añadido al ser, pero tiene con todo una existencia real si se trata de un movimiento en el ser. El número, no obstante, difiere del movimiento, dado que el movimiento es algo y, por ser algo, se ve como uno; esto es lo que suele decirse. En consecuencia, un existir de tal modo priva al número de la existencia sustancial y lo convierte antes de nada en un accidente. Pero no se trata aquí de un accidente en sentido absoluto, porque conviene que el accidente sea ya algo antes de llegar a ser accidente. Separado de las cosas, el accidente tendrá, sin embargo, una determinada naturaleza por sí mismo: como ocurre con lo blanco, que se dice de alguna cosa pero que, ciertamente, es ya eso mismo que se afirma. De manera que, si la unidad se da en cada cosa y si un hombre no es lo mismo que hombre, sino otra cosa distinta; si, pues, esta unidad es algo común a todas las cosas, de lo cual resulta que la unidad es algo que se añade al hombre y a todas las demás cosas. También el uno antecede al movimiento, puesto que el movimiento es uno; e igualmente se da antes que el ser, puesto que acontece a éste el ser precisamente uno. Pero entiéndase bien que no ‘me refiero aquí al Uno que está más allá del ser, sino al uno que se afirma de cada una de las formas. La década, por tanto, tendrá existencia antes que la cosa de la que se afirma y eso será lo que llamamos la década en sí; pero no lo será en cambio la década que vemos como añadida.
¿Pero es el uno engendrado con los seres y viene con ellos a la existencia? Sí es engendrado en calidad de accidente, de la misma manera que la salud para el hombre, es conveniente que exista ya por sí; si ha de ser como el elemento de un compuesto, convendrá que antes sea el uno en sí mismo para que luego pueda serlo con otro; después, unido a otra cosa que por él se hace una, la hará una de modo realmente falso, puesto que con ella compone dos cosas. ¿Qué decir acaso de la década? ¿Qué necesidad hay de ella para eí objeto que deberá ser diez en una potencia tal? Desde luego, si la década informa el objeto como una materia y si este objeto es diez gracias a la presencia de la década, entonces no hay duda que deberá darse una década en sí que sea tan sólo y únicamente una década.