3. La filosofía de Plotino nos presenta una magna estructura jerárquicamente ordenada de la realidad espiritual, un cosmos que, aunque estático y eterno, no es un modelo mecánico y muerto, sino viviente y orgánico. En este cosmos hay dos movimientos, uno de ida o descenso, la creatividad automática de lo superior que genera lo inferior como una acción refleja necesaria de su propia contemplación. Es el movimiento cósmico propiamente dicho, por el cual llegan eternamente a la existencia los diversos grados de la realidad. Luego está el movimiento del retorno, ascenso y simplificación, por el cual el Alma, la viajera del universo de Plotino, va pasando a través de todos los grados del ser, hasta la unión final con el Primer Principio. Es el movimiento de la vida espiritual. El primero, el movimiento cósmico, es un movimiento que se aleja de la unidad y se dirige a una multiplicidad cada vez mayor; el segundo, el movimiento de la vida espiritual, vuelve desde la multiplicidad hacia la unidad perfecta y originaria y hacia el supremo grado de unificación. Plotino concentra su atención unas veces en uno de esos movimientos y otras veces en el otro; ello origina importantes diferencias, y hasta contradicciones, en la exposición de las diversas realidades espirituales que describe. Pero reducir su pensamiento a una mera exposición de dos movimientos, uno de ida y otro de retorno, que pudieran considerarse como un movimiento circular único, con su comienzo y fin en el Primer Principio, sería llevar a cabo una simplificación excesiva. El movimiento cósmico es en sí mismo complejo, ya que la producción constituye un reflejo necesario de la contemplación; y en cada fase de la descripción del cosmos que nos ofrece Plotino es posible descubrir otras tensiones y complejidades de su pensamiento. Tales complejidades y tensiones pueden en parte explicarse por la tradición en extremo compleja que él heredó, en la cual se mezclaban al platonismo abundantes elementos aristotélicos y estoicos. Plotino utiliza mucho, y de manera consciente y directa, a Aristóteles y sus comentaristas, si bien en algunos puntos se halla en abierto desacuerdo con la tradición peripatética. Se muestra mucho menos benévolo con los estoicos, pero en modo alguno logra escapar totalmente a la influencia directa del estoicismo. Otra causa de la complejidad del pensamiento de Plotino, así como de algunas de sus grandes antinomias, reside en su propio análisis, profundo y sutil, de la vida espiritual y mental del hombre, que, como ya lo he señalado, lo lleva a veces a conclusiones que luego no puede integrar por completo en un sistema. Siempre debemos tener presente, sin embargo, el doble carácter de su filosofía: lo cósmico y lo religioso. Ella aspira simultáneamente a ofrecer una descripción completa de la realidad y a ser una guía de la vida espiritual. Desde luego que no cabe una rigurosa separación de ambos aspectos. No es posible hacerlo en ninguna de las grandes filosofías religiosas, y menos aún en la de Plotino, quien hereda en grado máximo ese confiado racionalismo teológico helénico que cree que un filósofo, un ser humano, puede por sus propios medios ofrecer una descripción satisfactoria de las cosas divinas, creencia fundada en la convicción de que el hombre mismo es divino por naturaleza. Toda la vida espiritual de Plotino está así determinada por su concepción de la estructura de la realidad, y su concepción de la estructura de la realidad se halla profundamente afectada por su vida espiritual. Las Enéadas no son un libro de devoción o un tratado sobre el misticismo; tampoco constituyen una serie de especulaciones realizadas por un filósofo para quien lo divino esté concebido como un asunto de interés personal sino tan solo como un objeto de especulación eminente y eminentemente interesante. La religión de Plotino es su filosofía y su filosofía es su religión. Con todo, es posible, y a veces necesario, para una comprensión clara de su pensamiento, considerar por separado ambos aspectos de éste, y así he de proceder algunas veces, en cada uno de los niveles de la realidad que hay en el sistema de Plotino. Me propongo considerar este sistema en el orden en que me parece más fácil de hacerlo inteligible, comenzando por la cima, con su primer principio, lo Uno o Bien, para luego ir descendiendo, a través de las otras dos grandes realidades del universo inteligible, la Inteligencia divina y el Alma, hasta el nivel inferior de la realidad y la frontera de la no existencia dentro del universo visible.