Vengamos ahora al problema de la epode terapéutica. ¿ Cuándo esta epode dejará de ser supersticiosa y mágica ? ¿ Cuándo no será «ensalmo» o «conjuro», en el sentido estricto de estas palabras ? Creo que la respuesta de Platón puede ser lícitamente formulada así: una epode será filosóficamente aceptable y médicamente eficaz cuando alcance la condición de logos kalos, «bello discurso», y cuando el enfermo la reciba habiendo previamente «ofrecido», «entregado» o «presentado» su alma. Lo cual nos plantea el problema de saber cuándo el «discurso» del terapeuta es real y verdaderamente kalos, «bello», y en qué consiste eso de «presentar», «entregar» u «ofrecer» el alma.
Para que la palabra del médico sea persuasiva y engendre sophrosyne es preciso, ante todo, que se adecúe finamente a la índole y al estado del alma del enfermo. El precepto general que el Fedro establece para el buen orador — «saber de cuántos aspectos es capaz el alma» (271 d) — no puede dejar de ser válido en el caso del «orador-médico» ; tanto imenos cuanto que, según el mismo diálogo, hay un estrecho paralelismo entre la medicina y la retórica (270 b). Desde el punto de vista de la acción terapéutica, el logos del médico será kalos cuando su contenido y su forma se hallen rectamente ordenados a la peculiaridad y a la situación del alma del paciente.
Mas ya sabemos que la «presentación», «entrega» u «ofrecimiento» del alma es requisito previo para la operación de la epode. No menos de tres veces lo advierte el Cármides, y siempre con la misma palabra, como si ésta — el verbo parekho — tuviese aquí condición de término técnico (157 b, 157 c, 176b). ¿En qué consiste, pues, esa paraskhesis del alma, sin la cual no puede alcanzar eficacia la palabra del médico ? Nada nos dice de ello Platón ; mas no parece que Cármides pueda «ofrecer» su alma a la epode (157 b) o a Sócrates (176 b) si ese acto psicológico no lleva consigo dos cosas : por una parte, la creyente confianza previa del joven en la eficacia de la epode con que van a tratarle y en la idoneidad del médico para que esa epode sea en su boca logos kalos; y, por otra, cierta expresión de sí mismo, mediante la cual logre el terapeuta conocer la peculiaridad y la situación del alma que le «ofrecen». Cuando, interrogado por Sócrates, habla Cármides de sí mismo y de su personal opinión acerca de la sophrosyne, su conducta viene a ser un incipiente y anticipado cumplimiento de lo que al fin del diálogo le ordena Critias: que se entregue u ofrezca a Sócrates para ser ensalmado por él. El discipulado filosófico al lado de Sócrates es a la vez causa de progreso intelectual (157 c), fuente de sophrosyne. y condición previa para un tratamiento terapéutico eficaz.
¿ Qué es, entonces, la salud humana ? Para Platón, algo más que la isonomía ton dynámeón o «equilibrio de las potencias» de Alcmeón, y que la eukrasía o «buena mezcla» de los hipocráticos. En un célebre paso del Fedro — coincidente, por lo demás, con la común opinión de Sócrates y el tracio zamolxida en la página del Cármides antes comentada — , Platón atribuye a la medicina hipocrática una preocupación exclusiva por la salud del cuerpo (270 b-c). Por eso él, Platón, quiere proceder en su investigación pros tó Hippokrátei, «imás allá de Hipócrates». La salud del hombre entero, lo que cada hombre llama, sin necesidad de otras precisiones, «mi salud», es algo más que eukrasía somática. Requiere que el alma posea un ordenado sistema de «persuasiones» o «convicciones» (peitho) y de «virtudes» intelectuales y morales (aretai) (Fedro, 270 b) ; requiere, en suma, la sophrosyne que el «bello discurso» de Sócrates debe producir en el alma de Cármides. Pueda o no pueda ser reducida a una definición racional la esencia de la sophrosyne, ¿ qué es ésta, descriptivamente considerada, sino un conjunto de creencias, saberes, apetitos y virtudes bella y ordenadamente combinados entre sí (kosmios)? (Carm., 159 b). Cuando el hombre se halla gozando de una salud plena y verdaderamente «humana», su eukrasía descansa y florece psicológica y metafísicamente, si vale hablar así, en el buen orden de ese conjunto de hábitos anímicos1 ; de tal manera, que el desorden de éstos corrompe de algún modo aquella «buena mezcla» de humores y potencias corporales que es la eukrasía e impide que los medicamentos puedan ejercer sobre el cuerpo toda la acción terapéutica de que. son capaces2. Tal es el sentido platónico y real de la necesaria precedencia temporal de la epode sobre la administración del pharmakon, tan expresa e insistentemente proclamada por Sócrates en el Cármides.
Obsérvese la sutileza y la profundidad del pensamiento de Platón. Cuando se trata de la physis del hombre — viene a decirnos — , la salud, vida kata physin, debe ser también vida kata peitho, actividad psicosomátiea en la cual las creencias fundamentales de la existencia genérica e individual se hallen en buen orden psicológico y moral (Rep., X, 618 b). La salud no es indiferente a la relación del hombre con la divinidad, y esto no sólo por el hecho de ser Hygieia una diosa. Por eso la epode racionalizada, el logos kalos del médico, es una operación demónica, perteneciente por modo esencial a la relación del hombre con los dioses (Banq., 203 a); y esa constitutiva pertenencia de la persuasión y de la creencia a la salud humana — peitho, «persuasión», y pistis, «creencia», son palabras que, como sabemos, tienen la misima raíz — es también lo que exige del paciente, frente al médico, la honda y creyente confianza con que Cármides debe entregarse u ofrecerse (parekhein) a la acción del ensalmo socrático3.
Con ello Platón se convierte sin sombra de duda en el inventor de una psicoterapia verbal rigurosamente técnica. Gorgias y Antifonte no pasan de ser «prehistoria» al lado de Platón. Gracias al vigoroso y sutil empeño racionalizador de éste, la vieja epode terapéutica, el ensalmo o conjuro mágico de los tiempos arcaicos, queda resuelta en tres elementos muy distintos entre sí: el mágico, el racional4 y el impetrativo. El elemento mágico, acre y resueltamente combatido por Platón, será el único que perdure en las epódaí de la medicina supersticiosa5. El elemento racional, incipiente como pura e indiferenciada acción sugestiva en la epode arcaica, adopta la forma de lógos kalós y se hace psicoterapia técnica. Técnicamente empleada, la palabra actúa por lo que ella es, por la virtud conjunta de su propia naturaleza y la naturaleza del paciente, no por obra de ninguna potencia mágica. El elemento impetrativo, en fin, pervivirá en forma de eukhe o plegaria a los dioses. La famosa plegaria de Sócrates a Pan (Fedro, 279 b-c) contiene implícitamente una petición de salud, y es seguro que también la contendría la oración que el filósofo elevó a Helios en el campo de batalla de Potidea (Banq., 220 d).
La constitutiva participación del alma en el estado de salud ha sido afirmada por Platón, directa o indirectamente, un copioso número de veces. Me conformaré con referir a Gorg., 526 d; Fedón, 89 d ; Rep., III, 408 e ; Fil., 63 e ; Leyes, XII, 960 d ; Ep., X, 358 c. El sentimiento placentero de la salud y el de la sophrosyne (tou sophronein) acompañan a la virtud como a un dios su cortejo, dice el bello texto del Filebo. ↩
La acepción usual de la palabra «platónico» — amor platónico, admiración platónica — tiene poco que ver con el verdadero Platón. Al eros platónico pertenece también la procreación sexual, esto es, una operación estrictamente corporal e instintiva (Banq., 206 a-e). Otro tanto cabe decir de la sophrosyne, aunque sea virtud del alma. El cuerpo no es y no puede ser ajeno a ella, al menos antes de la muerte. Sin sophrosyne no hay salud. ¿Es posible, sin embargo, la coincidencia de la sophrosyne y la enfermedad corporal? Platón no se plantea expresamente este problema. Siglos más tarde, el Cristianismo dará a mi pregunta una terminante respuesta afirmativa. ↩
Las actuales doctrinas psicoanalíticas acerca de la relación entre el médico y el enfermo no son otra cosa que una elaboración más o menos unilateral de ese parékhein platónico. ↩
Racional, pero con las salvedades que respecto al sentido de esta palabra impone la peculiar índole del racionalismo de Platón. Recuérdese lo antes dicho. ↩
Alguna acción real de carácter sugestivo hay también en ellas. Baste recordar la tan conocida cura de las verrugas cutáneas mediante ensalmos mágicos. ↩