Enéada I, 4, 4: A possessão pelo homem da vida perfeita

4 Si, pues, el hombre es capaz de poseer la vida perfecta, el hombre que posea esta vida será feliz. Si no, concluiremos que la felicidad se da en los dioses, si en ellos solos se da semejante vida. Ahora bien, puesto que decimos que aun en los hombres la felicidad consiste en esto, debemos examinar cómo es esto posible. Mi explicación es como sigue: que el hombre posee una vida perfecta pues que posee no sólo la vida sensitiva, sino también el raciocinio y la inteligencia verdadera, es manifiesto aun por otras consideraciones. Pero ¿la posee como cosa distinta de él? No, ni siquiera es hombre en absoluto si no posee esta vida en potencia o en acto; y del que la posea en acto, decimos que es feliz.

Pero esta forma perfecta de vida ¿diremos que se da en él como parte de él?

Según. De los demás hombres, que poseen esta vida en potencia, diremos que la poseen como parte suya; pero del que es ya feliz, aquél que es esto aun en acto y que ha pasado a identificarse con ello, diremos que es esta vida. Ahora ya, las demás cosas las lleva puestas. Diríase que ni siquiera forman parte de él, puesto que las lleva puestas contra su voluntad. Formarían parte de él si las llevara anejas por propia voluntad.

¿Cuál es, pues, el bien propio de este hombre?

Pues él mismo es para sí mismo el mismo bien que posee. El Bien transcendente es causa de su bien inmanente y es bien en otro sentido, estando presente a él de otro modo. Una prueba de que esto es verdad es que quien se halla en ese estado no busca otra cosa. ¿Qué podría buscar? De las cosas inferiores, ninguna, y la mejor de todas ya la tiene consigo. La vida de quien posee semejante vida se basta, pues, a sí misma, y si uno es virtuoso, se basta a sí mismo para la felicidad y para la consecución del bien. Porque no hay bien alguno que no posea. Mas lo que busca, lo busca como necesario, y no para sí, sino para algo de lo de sí: lo busca para el cuerpo que lleva anejo; y, aunque sea para un cuerpo vivo, busca para este cuerpo vivo las cosas propias del mismo, no las propias de un hombre de tal calidad. Conoce las propias del cuerpo y da a éste lo que le da sin mermar en nada su propia vida. Así que ni aun en medio de las adversidades sufrirá merma en punto a felicidad, ya que, así y todo, una vida cual la suya es permanente. Y si se mueren sus familiares y amigos, él sabe lo que es la muerte. Lo saben también los que la padecen, si son virtuosos. Pero la muerte padecida por familiares y allegados, aunque sea penosa, no le apena a él, sino a lo que en él hay de ininteligente, cuyas penas él no asumirá.