1 Los que investigan de dónde provienen los males, sea que sobrevengan a los seres, sea que conciernan a una clase de seres, comenzarían su investigación adecuadamente si la basaran en el estudio previo de qué es el mal y cuál la naturaleza del mal. Porque de ese modo se conocería también de dónde proviene, dónde reside y a quién sobreviene, y, en general, se llegaría a un acuerdo sobre si existe en la realidad de las cosas. Pero, como el conocimiento de cada cosa se realiza por semejanza, surgiría un problema: ¿con cuál de las facultades que hay en nosotros podemos conocer la naturaleza del mal? Porque, como la inteligencia y el alma son formas, las formas constituirán también el objeto de su conocimiento y las formas serán el objeto de su deseo. Ahora bien, ¿cómo puede uno imaginarse el mal como forma, si es por ausencia de todo bien por lo que se vislumbra el mal? Si se responde que, porque la ciencia de los contrarios es la misma y porque el mal es contrario al bien, la ciencia del bien será la misma que la del mal, entonces; a los que se dispongan a conocer el mal, les será preciso penetrar en el conocimiento del bien, puesto que las cosas mejores anteceden a las peores y son formas, mientras que las peores no lo son, sino más bien privación. Queda, con todo, otro problema: ¿en qué sentido el bien es contrario al mal? A no ser que lo sea en el sentido de que el bien es un principio y el mal un final, o en el de que el bien es a modo de forma y el mal a modo de privación. Pero sobre esto volveremos más adelante.