Enéada I, 9, 1: O suicídio não é admissível

No te quitarás la vida, para que no salga el alma; porque saldrá llevándose algo a fin de salir efectivamente. Además, salir es trasladarse a otro lugar; el alma, empero, aguarda a que el cuerpo se separe, totalmente de ella, y entonces ella no necesita cambiar de lugar, sino que está totalmente fuera.

¿Y cómo se separa el cuerpo?

Cuando no haya nada del alma que quede ligado porque el cuerpo ya no es capaz de tenerla ligada consigo al dejar de existir la armazón corporal con cuya retención retenía al alma.

¿Y qué pensar si alguien se ingeniara para que el cuerpo sea soltado?

Pues que empleó fuerza y que se separó él mismo, no que dejó libre al cuerpo. Además, en el momento de soltarlo, no estará exento de pasión, sino que habrá o disgusto, o tristeza o enfado. Lejos de eso, debe abstenerse de todo acto.

¿Y si advirtiera que comienza a declinar?

No es fácil que tal ocurra al virtuoso. Pero si le ocurriera de hecho, clasificaría el suicidio entre las cosas forzosas y elegibles por las circunstancias, no entre las elegibles sin más. Y es que aun la administráción de venenos para que salga el alma, bien puede ser que no sea conveniente para el alma. Además, si la hora asignada a cada cual está decretada por el destino, no trae buena suerte cuando se adelanta, a no ser, como decimos, por fuerza mayor. Y si cual es cada uno al partir, tal es el rango que ocupa allá, mientras haya posibilidad de acrecentamiento para adelantar en virtud no hay que quitarse la vida.