Enéada III, 4, 1 — A alma e suas potências

1- Las hipóstasis son engendradas por los principios más elevados, que permanecen inmóviles; pero el alma, como ya se ha dicho, se mueve para engendrar la sensación, considerada como hipóstasis, y la potencia vegetativa. El alma que se da en nosotros posee también esta potencia, la cual, sin embargo, no ejerce dominio alguno por ser una parte del alma; no obstante, cuando desciende a las plantas manifiesta en ellas su poder por el hecho de estar sola.

¿Diremos que la potencia vegetativa no engendra nada? No, sino que engendra algo diferente a ella; porque es claro que después de ella no se da la vida y lo engendrado en este caso carece ya de vida. ¿Cómo explicarlo? Veamos: todo lo engendrado antes de esto era engendrado sin forma; ésta le venía, como si se tratase de un alimento, al volverse hacia su generador. Aquí, en cambio, lo engendrado no es una especie de alma, puesto que no tiene vida y permanece enteramente indeterminado. Y si realmente la indeterminación se encuentra en los seres anteriores, digamos que esto acontece cuando en ellos se da la forma; porque la indeterminación no es total, sino con relación a la forma. Ahora se trata, en efecto, de una indeterminación total.

Este término de que hablamos también se perfecciona, e incluso se hace un cuerpo al recibir la forma correspondiente a su potencia; es como el receptáculo del principio que lo engendra y lo alimenta, la Única y última señal de las cosas de lo alto en la última de las cosas de aquí abajo.