Enéada III, 5, 9 — Teoria do mito

9- Poros es la razón que proviene de los seres inteligibles y de la inteligencia. Cuando esta razón se derrama y se despliega, llega hasta el alma y asienta en ella. Porque, en tanto se halla en la inteligencia permanece encerrada en sí misma y sin admitir nada extraño; con Poros borracho, su plenitud le vendrá de fuera. Pero, ¿qué es lo que llena a Poros de néctar, de no ser esa razón que desciende de un principio superior a otro inferior? Esa razón pasa de la inteligencia al alma cuando, según se dice, nace Afrodita y Poros penetra en el jardín de Zeus; un jardín que es como el esplendor sumo y el ornamento de la riqueza. Su brillo se debe a la razón de Zeus, en tanto su ornamento es el brillo propio de la inteligencia, que penetra en el alma. ¿Cómo concebir el jardín de Zeus, si no fuese su propia imagen y ornamento? ¿Y cómo imaginar este ornamento y su aderezo, si no se tratase a la vez de las razones que emanan del dios? Así, al mismo tiempo que las razones se manifiesta Poros, que es la abundancia y la riqueza en belleza, esto es, ya de modo manifiesto, la embriaguez producida por el néctar. Porque, ¿qué es el néctar para los dioses, sino el fruto recogido por ellos? En efecto, al descender de la inteligencia, el ser divino trae consigo la razón; la inteligencia, que se encuentra en estado de saciedad, no tiene por qué embriagarse, ni ha de recibir, por tanto, nada extraño. La razón, como producto que es de la inteligencia — e hipóstasis que viene después de ella —, no ha de considerarse como su razón; se dará, pues, en otra cosa, en el jardín de Zeus que dice (Platón), a donde viene a acostarse Poros en el momento mismo en que nace Afrodita.

Conviene que los mitos, si son realmente verdaderos, separen los tiempos de las cosas que en ellos se dicen. Y conviene también que distingan unos de otros muchos seres que aparecen confundidos y que son diferentes por su rango o por sus potencias. Incluso cuando se razona como Platón y se hace nacer seres no engendrados, se separan seres que existen conjuntamente. Los mitos, luego de habernos adoctrinado lo mejor posible, permiten que reunamos todos sus datos si de verdad los hemos comprendido. La reunión se efectúa así: el alma se presenta unida a la inteligencia y obtiene de ella su existencia, llena como está de sus razones, embellecida con todos sus ornamentos y colmada de su propia abundancia; así deja ver en sí misma el brillo y la imagen de todas las bellezas inteligibles, y esto es Afrodita en su conjunto, Poros, o la riqueza, constituye todas las razones que se dan en ella, cuando el néctar ha descendido ya de lo alto. El brillo con que el alma resplandece, en esa misma disposición de vida, es el llamado jardín de Zeus; en él duerme Poros, adormecido por el néctar embriagador.

A través de esta vida que existe siempre y de este festín con el que ellos se regalan, los dioses nos indican cómo son en su misma felicidad. De Eros diremos que ha sido siempre lo que es, ya que resulta de la aspiración del alma a lo mejor y a lo bueno. Eros existe desde el momento que el alma existe; es, por tanto, un ser mezclado, en el que hay parte de indigencia, puesto que desea saciarse, y privación no absoluta de riqueza, puesto que trata de completar lo que no tiene. Es claro que no buscaría el bien, si no tuviese al menos alguna participación en él. Ha nacido de Poros y de Penia, lo cual quiere decir que al encontrarse en el alma la insuficiencia y el deseo con el recuerdo de las razones, se ha producido en ella una actividad dirigida hacia el bien, que es el ser Eros. La madre de éste es Penia, porque siempre hay el deseo de algo que falta. Penia es la materia, pues la materia carece de todo y la indeterminación misma del deseo del bien —quien lo desea no tiene en sí mismo ni forma ni razón— hace más material al ser que lo desea y en tanto dure su deseo. La forma, que mira tan sólo hacia sí, permanece también en sí misma. Desde el momento que un ser desea recibir, queda en situación de materia respecto al bien que viene hacia él. Así, Eros es un ser material, una especie de demonio que proviene del alma, en tanto el alma carece del bien y aspira a él.

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