Enéada V, 3, 7 — O Intelecto é a mesma coisa que a atividade e a visão inteligíveis (1)

7. Podríamos sin duda argüir: pero es a Dios a quien contempla. Mas, si se admite que conoce a Dios, se deberá admitir necesariamente que también se conoce a sí misma. Porque es claro que conocerá todo lo que ha recibido de Dios, todos los dones y todos los poderes que El le ha concedido. Y al aprender a conocerlos se conocerá igualmente así misma, puesto que ella misma es uno de los dones de Dios, y mejor aún el conjunto de los dones de Dios. S, pues, conoce a Dios y conoce sus potencias, se conoce verdaderamente a sí misma al llegar a conocer que proviene de Dios y que ha recibido en sí misma los poderes que a Dios pertenecen. Si, por el contrario, no pudiese ver a Dios con toda claridad, la visión y el conocimiento que tiene de sí misma se debilitarían otro tanto, puesto que la visión y el objeto de la visión son una y la misma cosa y verse a sí mismo es, precisamente, conocerse ¿Qué otra cosa podríamos concederle? El reposo, seguramente. Pero el reposo, no es para la Inteligencia, una salida de sí misma, sino un acto vacío de elementos extraños; pues todo ser que se encuentra en reposo para los demás, no conserva más que su acto propio, sobre todo si se trata de un ser en acto y no de un ser en potencia. El ser de la Inteligencia es, por tanto, su acto, y no hay nada, además, a lo que tienda este acto, dado que la Inteligencia mira hacia sí misma. Así, pues, cuando ella se piensa, desarrolla su actividad en sí misma y hacia sí misma. Y si algo sale de ella, sale sin duda por actuar ella en sí misma. Por lo cual debe actuar en sí misma si quiere actuar sobre algo ajeno o conseguir que provenga de ella algo que le sea semejante. Del mismo modo que, siendo el fuego antes que nada fuego en sí mismo, es capaz de realizar el acto del fuego y hacer igualmente que su huella pueda actuar sobre otra cosa.

Por lo que resulta que la Inteligencia tiene su acto en si misma. Y para el alma es, a su vez, algo interior todo lo que la inclina a la Inteligencia; en tanto lo que la aparta de ésta tiende hacia el mundo de las cosas exteriores. Por una parte, se parece al ser del que ella proviene; y por otra, no guarda semejanza con él, aunque, eso sí, continúe pareciéndose a él en cuanto a su modo de actuar y de producir. Porque al actuar contempla, y al producir realiza formas que son como pensamientos perfectamente ajustados. Todas las cosas resultan ser así huellas del pensamiento y de la Inteligencia. Actúan conforme a su modelo y lo imitan tanto mejor cuanto más cerca se encuentran de él, siendo las más alejadas las que conservan una imagen suya más oscura.