Enéada VI, 7, 30 — Mistura de prazer e inteligência

30. ¿Conviene, por tanto, que mezclemos el placer al bien y que consideremos la vida como imperfecta? ¿O nos conviene ver ahora, aplicándonos por completo al Bien, si la vida es la contemplación de las cosas divinas y de su principio?1

Cuando pensamos que el Bien descansa en la inteligencia como sujeto y en el sentimiento del alma como resultado de la actividad inteligente, no queremos afirmar con ello que el fin o el bien sea la reunión de ambos, esto es, que la Inteligencia sea el Bien y que nosotros nos alegremos con la posesión del Bien. Es ésta meramente una opinión sobre el Bien. Pero hay otra todavía según la que el placer se mezcla a la Inteligencia para dar como resultado un sujeto único. Entonces poseeremos el Bien si nos procuramos o contemplamos esa Inteligencia. Solo y aislado, nada podría existir o ser deseado como un bien.

Sin embargo, ¿cómo se mezcla la inteligencia con el placer para llegar a producir una sola naturaleza? Porque no-podríamos pensar aquí en el placer del cuerpo; esto es de toda evidencia. Ni podríamos pensar asimismo en los placeres del alma que no fuesen razonables2. En verdad, parece conveniente que a toda actividad, disposición y vida siga y se una algo añadido a ellas; e incluso es necesario que ese elemento contraríe la naturaleza y que encadene la vida y le sirva de contrario al mezclarse a ella, impidiendo de este modo que la vida se pertenezca a sí misma. En otros casos, habrá de hacer la actividad pura y clara, consiguiendo para la vida una resplandeciente disposición; así alcanzará una condición de la inteligencia grata y deseable, condición para la que se reserva el nombre de placer porque se carece de otra palabra apropiada. Lo mismo acontece con otras expresiones que designan cosas amadas por nosotros y que empleamos metafóricamente: “embriagado de néctar, se dirige al festín, y sonrió el padre de los dioses”3 y otras mil de que hacen uso los poetas.

He aquí, pues, un estado realmente grato, en extremo amable y anhelado. Y no porque lo hagamos descansar en un movimiento, pues sabido es que tiene su causa en algo que le proporciona color, luz y brillo. De ahí que (Platón) añada a esa mezcla la verdad y ponga antes de ella lo que le da medida: “la proporción y la belleza de la mezcla -dice- vienen desde allá hasta lo bello”4. De tal modo que, según lo bello y en lo bello tenemos nosotros participación en el Bien. Y lo que realmente debemos desear no es otra cosa que remontar por nosotros mismos hacia lo que hay de mejor en nosotros, esto es, a la proporción, a la belleza, a la forma bien dispuesta, y a la vida clara, inteligente y bella.


  1. Decía Sócrates en La República, 505 b; Sabes que para la mayoría parece ser el bien el placer, y en cambio para los más discretos, el conocimiento. Y sabes igualmente que quienes aceptan esta opinión no pueden mostrar a qué conocimiento se refieren, sino que se ven forzados a decir en último término que al del bien

  2. Quiérese decir en los placeres o gozos que acompañan a la sabiduría, diferentes del placer como pasión; según una distinción, estoica. 

  3. Citas de Homero, Ilíada, V, 426. 

  4. Cf. Filebo 65 a.