Sócrates — ¡Oh Dios! en qué estado tan miserable te hallas; no me atrevo a darle nombre. Sin embargo, puesto que estamos solos, es preciso decirlo. Mi querido Alcibiades, estás sumido en la peor ignorancia, como lo acreditan tus palabras, y como lo atestiguas contra ti mismo. He aquí, por qué te has arrojado, como cuerpo muerto, en la política, antes de recibir instrucción. Y tú no eres el único a quien sucede esta desgracia, porque es común a la mayor parte de los que se mezclan en los negocios de la república; un pequeño número exceptúo, y quizá sólo a Pericles, tu tutor.
Alcibiades — También se dice, Sócrates, que no se ha hecho tan hábil por sí mismo, sino que ha vivido en estrecha relación con muchos hombres hábiles, como Pitoclides, Anaxágoras, y aún hoy día, en la edad en que ya está, pasa días enteros con Damon, para instruirse constantemente.
Sócrates — ¿Has conocido a alguno que, sabiendo perfectamente una cosa, no pueda enseñarla a otro? Tu maestro de lira te ha enseñado lo que sabía y lo ha enseñado a todos los que ha querido.
Alcibiades — Sí.
Sócrates — ¿Y tú, que lo has aprendido de él, no podías enseñarlo a otro?
Alcibiades — Sí.
Sócrates — ¿No sucede lo mismo con un maestro de música y un maestro de gimnasia?
Alcibiades — Ciertamente.
Sócrates — Porque la mejor prueba de que se sabe bien una cosa, es el estar en posición de enseñarla a otros.
Alcibiades — Así es verdad.
Sócrates — ¿Pero puedes nombrarme alguno a quien Pericles haya hecho hábil? Comencemos por sus propios hijos.
Alcibiades — ¡Pero, Sócrates, si los hijos de Pericles son estólidos!
Sócrates — ¿Y Clinias tu hermano?
Alcibiades — Eso es hablarme de un loco.
Sócrates — Si Clinias es loco, y los hijos de Pericles mentecatos, de dónde nace que Pericles se ha desentendido de material tan precioso como el tuyo?
Alcibiades — Tengo yo la culpa, por no haberme aplicado a nada de lo que él me ha dicho.
Sócrates — Pero entre todos los atenienses y entre los extranjeros, libres o esclavos, puedes nombrarme alguno a quien el trato con Pericles haya hecho más hábil, como puedo yo nombrarte un Pitodoras, hijo de Isoloco, y un Callias, hijo de Calliades, que se han hecho muy hábiles, a costa de cien minas, en la escuela de Zenon?
Alcibiades — No puedo nombrarte ni uno solo.