ALC1 135b-135e: Epílogo

Sócrates — Por consiguiente, mi querido Alcibiades, si quieres ser dichoso tú y que lo sea la república, no es preciso un grande imperio, sino la virtud.

Alcibiades — Seguramente, Sócrates.

Sócrates — Y antes de adquirir esta virtud, lejos de mandar, es mejor obedecer, no digo a un niño, sino a un hombre, siempre que sea más virtuoso que él.

Alcibiades — Eso me parece cierto.

Sócrates — Y lo que es mejor, ¿no es lo más precioso?

Alcibiades — Sin duda.

Sócrates — Y lo que es más precioso, ¿no es lo más conveniente?

Alcibiades — Sin dificultad.

Sócrates — ¿Es conveniente al hombre vicioso ser esclavo, porque esto le cuadra mejor?

Alcibiades — Seguramente.

Sócrates — ¿El vicio, pues, es una cosa servil?

Alcibiades — Convengo en ello.

Sócrates — ¿Y la virtud una cosa liberal?

Alcibiades — Sí.

Sócrates — ¿Y no es preciso evitar este servilismo?

Alcibiades — Seguramente, Sócrates.

Sócrates — Pues bien, mi querido Alcibiades, conoces tu propia situación; ¿eres digno de ser libre o esclavo?

Alcibiades — ¡Ah! Sócrates, conozco bien mi situación.

Sócrates — ¿Pero sabes cómo puedes salir de ese estado, que no me atreveré a calificar, hablando de un hombre como tú?

Alcibiades — Sí, lo sé. ¿Cómo? Si Sócrates quiere.

Sócrates — Dices muy mal, Alcibiades.

Alcibiades — ¿Pues cómo tengo que decir?

Sócrates — Si Dios quiere.

Alcibiades — Pues bien, digo si Dios quiere; y añado, que para lo sucesivo vamos a mudar de papeles, tú harás el mío y yo el tuyo, es decir, que yo voy a mi vez a ser tu amante, como tú has sido el mío hasta aquí.

Sócrates — En este caso, mi querido Alcibiades lo que se dice de la cigüeña se podrá decir de mi amor para contigo, si después de haber hecho nacer en tu seno un nuevo amor alado, este le nutre y le cuida a su vez.

Alcibiades — Así será; y desde este día voy a aplicarme a la justicia.

Sócrates — Deseo que perseveres en ese pensamiento; pero te confieso, que sin desconfiar de tu buen natural, temo que la fuerza de los ejemplos que dominan en esta ciudad, nos arrollen al fin a ti y a mi.