Aubenque: phronesis

En varios pasajes de su obra, Aristóteles, fiel al uso platónico, emplea la palabra phrónesis para designar, por oposición a la opinión o a la sensación, que son cambiantes como sus objetos, el saber inmutable del ser inmutable. Así, recuerda en el libro M de la Metafísica, que para salvar un tal saber admitió Platón la teoría de las Ideas, pues dice él, habiendo reconocido con Heráclito que lo sensible está en perpetuo movimiento, bien hace falta admitir la existencia de cosas diferentes de las sensibles, si se quiere que haya ciencia y saber de alguna cosa, επιστήμη τινός καί φρόνησις.1 En el De Coelo, alaba a los eleatas por haber sido los primeros en descubrir la verdad de que «sin la existencia de naturalezas inmóviles no puede haber conocimiento o saber», γνώσις ή φρόνησις.2 Una fórmula análoga se vuelve a encontrar en la Física, donde Aristóteles retoma claramente, sin referirse esta vez a sus predecesores, la tesis de la incompatibilidad del saber y del movimiento: saca de ahí la consecuencia de que no es por génesis, sino por «reposo y detención», que el entendimiento (διάνοια) «conoce y sabe», έπίστασθαι καί φρονεϊν, y que «es por retomo del alma a la paz después de la (16) agitación que le es natural que un sujeto se haga sabio y conocedor», φρόνιμον καί έπιστήμον.3 Finalmente, en los Tópicos, Aristóteles recurre a una asociación de palabras análoga para recordar que los ejercicios dialécticos no carecen de utilidad «para el conocimiento y el saber filosófico», πρός τε γνώσιν καί την κατά φιλοσοφίαν φρόνησιν.4 En estos cuatro textos, Aristóteles se sirve de los términos φρονεΐν y φρόνησις, constantemente asociados a επιστήμη o a γνώσις, para designar la forma más elevada del saber: la ciencia de lo inmutable, de lo suprasensible, en una palabra, el saber verdadero, filosófico. Aristóteles no otorga a este saber el mismo contenido que Platón, aunque, a diferencia de su maestro, cree posible alcanzar, en el seno mismo de la física, la exigencia científica de estabilidad; no obstante, en estos textos la phrónesis designa un tipo de saber conforme al ideal platónico de la ciencia, que en nada se diferencia de lo que Aristóteles describe ampliamente al comienzo de la Metafísica, bajo otro nombre, el de sophía: la prueba de ello es que, para caracterizar ésta y mostrar que es la ciencia primera, arquitectónica, aquella que no tiene otro fin, sino que es para ella misma su propio fin, no duda en calificarla de phrónesis.5

Sin embargo, en la Ética a Nicómaco la misma palabra phrónesis designa una realidad completamente distinta. Ya no se trata de una ciencia,6 sino de una virtud. Esta virtud es, ciertamente, una virtud dianoética,7 pero en el interior de la diánoia, no es ni siquiera la virtud de lo sublime. Aristóteles introduce, en efecto, una subdivisión en el interior de la parte racional del alma: por una de sus partes consideramos las cosas que no pueden ser de modo distinto a como son; por la otra conocemos las cosas contingentes. Si esta es denominada por Aristóteles calculadora (λογιστικόν)8 o incluso opinadora (δοξαστικόν),9 no resultará extraño que la primera sea denominada científica (έπιστημονικόν).10 Lo más extraño es que la (17) phrónesis—, que parecía asimilada a la más elevada de las ciencias en otro contexto, no sea aquí no sólo una ciencia, sino ni siquiera la virtud de lo que hay de científico en el alma razonable: la phrónesis designa, en efecto, la virtud de la parte calculadora u opinadora del alma.11 Otra variación no menos sorprendente: así como la phrónesis servía para oponer, al comienzo de la Metafísica, el saber desinteresado y libre, que no tiene otro fin que él mismo, a las artes, que, nacidas de la necesidad, apuntan a la satisfacción de una necesidad, la phrónesis de la Etica a Nicómaco no es reconocida más que a los hombres cuyo saber está ordenado a la búsqueda de los «bienes humanos» (άνθρώπινα άγαθά),12 y que saben por ello reconocer «lo que les es beneficioso» (τά συμφέροντα έαυτοις).13 En fin, la phrónesis, que era antes asimilada a la sophía, es aquí opuesta a ésta: la sabiduría trata de lo necesario, ignora lo que nace y perece;14 es, pues, inmutable como su objeto;15 la phrónesis trata de lo contingente,16 es variable según los individuos y las circunstancias.17 Así como la sabiduría es presentada en otro lugar como una forma de saber que sobrepasa la condición humana,18 la phrónesis debe a su carácter humano, demasiado humano, el llegar a un rango que ya no es el primero. «Es absurdo pensar que la prudencia sea la forma más elevada del saber, si es verdad que el hombre no es aquello que hay de más excelente en el Universo.»19 Ahora bien, es obvio que no lo es: «existen, en efecto, otros seres mucho más divinos que el hombre: por ejemplo, para atenemos a los más manifiestos, los Cuerpos de los que está formado el Universo».20

Se habrá reconocido en esta concepción de una virtud que, para ser intelectual, evoca menos los méritos de la contemplación que los del saber oportuno y eficaz, en esta modesta réplica a escala humana (18) de una sabiduría más que humana, lo que la tradición latina transmitirá al Occidente cristiano bajo el nombre de prudencia. Pero esta traducción tradicional, que ha diferenciado con precisión uno de los dos sentidos de la palabra, no debe ocultamos lo que hubiera podido tener de sorprendente para los oyentes y los lectores de Aristóteles, ni lo que puede todavía tener de problemático el empleo del mismo término phrónesis en dos acepciones tan diferentes, por no decir opuestas, sin que explicación alguna justifique la coexistencia de estos dos sentidos o la transición de uno a otro. Cualquiera que haya podido ser la indiferencia de los autores antiguos respecto de las fijaciones etimológicas,21 hay pocos ejemplos en la historia de la filosofía de una desenvoltura tal, al menos aparente, en el uso de un concepto filosófico que atañe a lo esencial: la naturaleza del saber humano, las relaciones de la teoría y la práctica, la relación del hombre con el mundo y con Dios.


  1. Met., M, 4, 1078b 15. 

  2. De Coelo, III, I, 298b 23. 

  3. Física, VII, 3, 247b 11, 18. 

  4. Tópicos, VIII, 14, 163b 9. 

  5. Metafísica, A, 2, 982b 4. 

  6. Ét. Nic., VI, 5, 1140b 1: ούκ άν εΐη ή φρόνησις επιστήμη. 

  7. Αρετή διανοητική: Ét. Nic., I, 13, 1103a 6. Αρετή τής διανοίας: ibid., VI, 2, 1139a 1 (cf. άρετή διανοίας: Ret., I, 9, 1366b 20). 

  8. Ét. Nic., VI, 2, 1139a 12. 

  9. Ibid., 5, 1140b 26. 

  10. 2, 1139a 12. 

  11. 5, 1140b 26. 

  12. 5, 1140b 21; 7, 1141b 8. 

  13. 7, 1141b 5. Cf. Magna Moralia, I, 34, 1197b 8: Ή δέ φρόνησις περί τό συμφέρον άνθρώπω. 

  14. Ούδεμιας γάρ έστιν γενέσεως (VI, 13, 1143b 20). 

  15. VI, 7, 1141a 24. 

  16. VI, 5, 1140b 27; 6, 1140b 36; 8, 1141b 11. 

  17. VI, 7, 1141a 25. 

  18. Metafísica, A, 2, 982b 28. 

  19. VI, 7, 1141a 20. 

  20. 1141a 34. Estos «Cuerpos» son los astros. 

  21. Cf. Platón, República, VII, 533de: «No es, pienso, el momento de discutir sobre una palabra cuando tenemos tantas cuestiones tan importantes a debatir».