-A mí me parece, Sócrates, dijo, que te expresas correctamente. Pero fíjate en esto, a ver que opinas en relación con nuestro tema. Es que me acabo de acordar -cosa que alguna vez oí a alguien que lo decía- de que bien podría ser la sensatez algo así como «ocuparse de lo suyo». Mira, pues, si te parece que anduvo en lo cierto el que esto dijo.
-¡Ah bandido!, exclamé, eso lo has oído tú de Critias o de alguno de estos sabios.
-Tiene que ser de otro, dijo Critias, porque lo que es de mí, no.
-Pero, ¿qué importa, Sócrates, dijo Cármides, de quién lo he oído?
-Nada, dije yo, porque no es esto lo que estamos buscando, el quién lo dijo, sino si estaba o no en lo cierto.
-¡Ahora sí que estás hablando con propiedad!, dijo.
-Pues, ¡en buena hora! Pero si, con todo, llegamos a descubrir por dónde hay que agarrar todo esto, no saldría de mi asombro, porque parece un acertijo.
-Y eso, ¿por qué?
-Pues porque, en manera alguna, dije yo, tal como suenan las palabras, así las pensó quien definió la sensatez como «ocuparse de lo suyo». ¿O crees tú que nada hace el maestro cuando escribe o lee?
-Sí que hace, pienso yo, dijo.
-¿Te parece que sólo escribe y lee el maestro su propio nombre, y así os lo enseña también a vosotros los jóvenes? ¿O no habéis escrito de la misma manera los nombres de vuestros enemigos, que vuestros propios nombres y los de vuestros amigos?
-Por supuesto que de la misma manera.
-¿O es que estabais metiéndoos donde no os llaman y cometiendo, con ello, insensateces?
-En absoluto.
-El caso es, pues, que no os ocupáis de vuestras propias cosas, si es que el escribir y leer es un ocuparse.
-Seguro que lo es.
-¿También el curar, querido amigo, el edificar, el tejer y, en cualquier clase de arte, el llevar a cabo un trabajo son, en cierto sentido, un ocuparse?
-Y mucho que lo es.
-¿Y qué?, dije yo, ¿te parece a ti que estaría bien administrada una polis, si se ordenase por ley que cada uno tejiese y lavase su propio manto, que cada uno cortase las suelas de sus propios zapatos y, así, con sus vasijas y cepillos y, de la misma manera, con todas las otras cosas, de modo que llegase a desentenderse de los demás y sólo llevase a cabo lo que tiene que ver con él, y sólo de ello se ocupase?.
-No es eso lo que me parece, dijo.
-Pero, sin embargo, si la polis se administra sensatamente, estaría entonces bien administrada.
-¿Cómo no iba a estarlo?, dijo.
-En consecuencia, afirmé yo, no sería sensatez, en estos casos y de este modo, el ocuparse de las cosas de uno mismo.
-No me parece que lo fuera.
-Entonces da la impresión de que está hablando en enigmas quien definió la sensatez como «el ocuparse de lo suyo». Pues tan simple no era el que tal dijo. ¿O era, tal vez, un tonto aquel a quien le oíste decir esto, Cármides?
-De ninguna manera, dijo. Sino que más bien parecía ser muy listo.
-Entonces, tanto más se me hace que fue un enigma lo que propuso; de forma que es difícil saber qué es eso de «ocuparse de lo suyo.
-Probablemente, dijo.