-Pues, muy bien que haces, dije a mi vez. Y ahora dime, ¿estás también de acuerdo en lo que andaba preguntando antes, sobre si todos los artesanos hacen algo?
-Yo sí.
-Y en tu opinión, ¿hacen sólo las cosas de ellos mismos, o también las de los otros?
-También las de los otros.
-¿Y obran con sensatez al no hacer sólo las de ellos?
-¿Y por qué no iban a obrar?, dijo.
-Por nada, respondí. Pero fíjate, no vaya a atascarse aquel que, partiendo de que la sensatez es ocuparse de lo suyo, va luego y dice que no hay nada en contra de que también sean sensatos los que se ocupan de las cosas de los demás.
-¿Es que yo he concedido, dijo él, que son sensatos los que se «ocupan de» las cosas de los otros, o que lo son los que las «hacen»?
-Pero dime, insistí yo, ¿es que no llamas lo mismo a «hacer» y a «ocuparse de»?
-No por cierto, dijo. Ni a «trabajar» ni a «hacer». Porque he aprendido de Hesíodo, que dice que «ningún trabajo es deshonroso». ¿Crees tú, quizá, que si hablase de «trabajar» y «ocuparse de» a propósito de estas mismas cosas que tú ahora decías, habría, dicho que no había deshonra alguna en cortar suelas de zapatos, en preparar salazones o en sentarse a la puerta del burdel? Seguro que no hay que creerlo, Sócrates; más bien, pienso que aquél tenía por distinto el hacer (poiein), de la actividad (praxis) y del trabajo (ergasia), y qui lo hecho (poiema) a veces es deshonroso cuando no sale con belleza, mientras que el trabajo no es ninguna deshonra. Porque a lo que se ha hecho bella y provechosamente llama trabajo, y las cosas así hechas son trabajos y actividades. Habría, pues, que decir que él sólo consideraba tales cosas como propias, y todas las malas como ajenas. De modo que hay que creer que Hesíodo y cualquier otro, con tal que sea cuerdo, llamarán sensato a aquel que se ocupe de lo suyo.
-Oh Critias, respondí yo entonces, tan pronto como d empezaste a hablar, entreví por dónde ibas con tu discurso, o sea que llamarías, a las cosas propias y de uno mismo, buenas, y que, a la creación (poiesis) de cosas buenas, le llamarías actividades (praxeis). Pues también de Pródico he oído un sin fin de distinciones sobre las palabras;. pero yo te dejo que fijes como quieras el sentido, con tal de que expliques adónde vas con el término que uses. Vamos ahora, pues, a empezar a definir claramente desde un principio. ¿Es, pues, a la «ocupación con». (praxis) cosas buenas, o a su creación o producción (poiesis), o como quieras llamarlo, a lo que denominas sensatez?
-Sí, a eso, dijo.
-No es, pues, sensato el que se ocupa con cosas malas, sino con buenas.
-¿Es que a ti, mi buen Sócrates, no te parece así?
-Dejemos eso, dije yo. Porque todavía no estamos examinando lo que a mí me parece, sino lo que tú estás diciendo.
-Pero, en verdad, dijo, sostengo que quien no hace bien sino mal, ése no es sensato, y que lo es quien hace bien y no mal. Te defino, pues, claramente la sensatez, como el ocuparse con buenas obras.
-Igual nada se opone a que estés diciendo la verdad, pero hay algo, por cierto, que me asombra. Me refiero a si tú crees que los hombres sensatos ignoran que lo son.
-No lo creo, no, dijo.
-¿No eras tú el que antes afirmaba, le pregunté, que no ves ningún inconveniente en que sean sensatos los artesanos que hacen las cosas de los otros?
-Lo he afirmado, sí, dijo. ¿Pero qué tiene que ver con esto?
-Nada. Pero dime si, en tu opinión, un médico que cura a alguien hace algo provechoso para sí mismo y b para aquel al que cure.
-Yo creo que sí.
-¿Obra, pues, convenientemente el que así obra?
-Sí.
-¿Y el que obra convenientemente no es sensato?
-Sí que lo es.
-¿Y es necesario que el médico sepa cuándo cura con provecho y cuándo no, y que cada uno de los artesanos sepa cuándo va a sacar beneficio de la obra que tiene entre manos y cuándo no?
-Posiblemente no.
-Algunas veces, pues, dije yo, habiendo obrado con provecho o con daño, el mismo médico no sabe cómo c obro. Sin embargo, habiendo obrado provechosamente, según tú, obró sensatamente. ¿O no has dicho eso?
-Sí que lo dije.
-Por tanto, parece que, quien algunas veces obra con provecho, obra, en verdad, con sensatez y es sensato, aunque no sabe que lo es.