Mira, pues, oh Critias, continué yo, si de todo esto encuentras, antes que yo, una salida, porque, de verdad; estoy en una aporía. ¿Quieres que te explique en qué clase de ellas?
-Sí que quiero, dijo.
-¿No es verdad, proseguí yo, que se daría todo eso, si acontece lo que hace un momento decías: que hay un solo saber que no lo es de otra cosa sino de sí mismo y de los demás saberes, y que, a la par, ese mismo saber lo es de la ignorancia?
-Ciertamente.
-Date cuenta, pues, compañero, de qué extraña cosa es esa de la que estamos hablando. Pues cuando tú, en otros casos, haces una investigación semejante, pienso que llegará a parecerte inviable.
-¿Cómo?, y ¿en qué casos?
-En los siguientes: imagínate por un momento que se da una especie de visión que no dice relación con aquello de lo que normalmente es visión la visión, sino que es visión de sí misma y de las demás visiones, y también, de las no-visiones; y siendo como es visión, no ve color alguno, sino sólo se ve a sí misma y a las otras visiones. ¿Te parece a ti que existe algo así?
– ¡Por Zeus, que no!
-¿Y una audición que no oye sonido alguno, pero que se oye a sí misma y a las otras audiciones y a las no audiciones?
-Ni esto siquiera.
-En resumen, considera si, entre todas las sensaciones, te parece a ti que hay una que lo sea de las otras y de sí misma, pero no sintiendo nada de lo que las otras sensaciones sienten.
-No, no me lo parece.
-¿Y creerías que hay un deseo que no lo sea de ningún placer, sino de sí mismo y de los otros deseos?
-De ninguna manera.
-¿O habrá una voluntad, según se me ocurre, que no quiera bien alguno, pero que sí se quiera a sí misma y a las otras voluntades?
-No, no, tampoco.
-¿O tal vez, un amor hay, dirías tú, tal que no se encuentre siéndolo de belleza alguna, sino de sí mismo y de los otros amores?
-No, no lo diría.
-Y temor, ¿has llegado alguna vez a pensar en un temor que se teme a sí mismo y a los otros temores, pero que no teme a ninguna de las cosas temibles?
-Nunca lo llegué a pensar.
-¿Y una opinión que lo es de otras opiniones y de sí misma, pero que no es opinión de nada de lo que las otras lo son?
-De ninguna manera.
-Pero, en cambio, un saber hay, al parecer, que decimos que es así; que no es saber de conocimiento alguno, sino de sí mismo y de los otros.
-Sí que lo decimos.
-¿Y no sería algo raro, si es que realmente existe? De todas formas no diremos, sin más, que algo así no es posible, sino que, por el contrario, investigaremos la posibilidad de que exista.
-Dices bien.
-Vamos a ver: ¿es ese mismo saber, saber de algo, y está en su poder el referirse a algo? ¿O no es así?
-Sí que lo es.
-Porque de lo mayor decimos que tiene el poder de ser mayor que algo.
-Sí que lo tiene.
-¿Y mayor que una cosa más pequeña, si es que, realmente, es mayor?
-Necesariamente.
-Si nosotros, por tanto, encontráramos algo mayor, y que es mayor que cualquier cosa mayor y que sí mismo, pero que no es mayor que aquello comparado con lo cual, lo mayor es mayor, ¿no le pasaría a eso, de alguna manera, que, aun siendo mayor que sí mismo, sería a la par menor? ¿O no?
-Con absoluta necesidad, oh Sócrates, dijo.
-Por tanto, si algo doble lo es en relación con los otros dobles y en relación consigo mismo, ¿no sería algo que siendo doble fuera, por cierto, la mitad de sí mismo? ¿Porque, no es quizá lo doble, doble de una mitad?
-Verdad que sí.
-Pero, ¿lo que es más que sí mismo no será menor y lo que es más pesado, más ligero, y lo que es más viejo, más joven? ¿Y no ocurrirá de la misma manera con todo aquello que tiene poder en relación consigo mismo, que posee también esa cualidad o estructura de la que ese poder es poder? Quiero decir lo siguiente: la audición, ¿no decimos que es audición de un sonido? ¿O no?
-Sí.
-Por consiguiente, si ella se oye a sí misma, se oirá porque tiene sonido en sí. Pues de otro modo no se oiría.
-Con absoluta necesidad.
-Y la visión, mi excelente amigo, si es que ella misma se mira a sí misma, necesariamente tendrá que tener algún color. Porque una visión no puede ver nunca nada que no sea coloreado.
-Seguro que así es.
-Ves pues, Critias, que, de cuantas cosas hemos hablado, algunas de ellas se nos presentan imposibles completamente y de otras nos viene con fuerza la. duda de si tienen ellas mismas poder, en relación con ellas mismas. Lo cierto es que, en relación con magnitudes y cosas semejantes, resulta completamente imposible. ¿O no?
-Y mucho que resulta.
-La audición, sin embargo, y la visión, y aun el movimiento que se mueve a sí mismo y el calor que se calienta, y otros casos semejantes, ofrecerían tal vez una cierta duda a algunos, pero a otros no. Se necesitaría, en efecto, de un gran hombre, mi querido amigo, que determinase, con precisión y en todos los casos, esto: si no hay nada que, por naturaleza, tenga el poder de referirse a sí mismo, pero sí a otro, o bien a algunas cosas sí y a otras no. Pero, además -si hay cosas, sean las que sean, que se refieran a sí mismas-, si entre ellas se encuentra el saber ese, en el que nosotros decimos que consiste la sensatez.
Yo, en verdad, no me veo a mí con condiciones para determinarlo, y por eso, ni siquiera estoy capacitado para afirmar que sea posible el nacimiento de algo semejante a un saber del saber, ni tampoco, aun dando por sentado que exista, reconocería que era éste la sensatez, antes de haber investigado si puede traernos algún provecho o no. Con todo, me atrevo a vaticinar que la sensatez es algo útil y bueno.
-Tú, pues, hijo de Caliscro -al fin de cuentas eres tú el que ha sentado la tesis de que la sensatez, es un saber del saber y de la ignorancia-, explícame, en primer término, que es posible demostrar lo que antes decías y, después de esta posibilidad, pruébame que es útil. Entonces, tal vez quede satisfecho con la definición que has dado de lo que es la sensatez.