-Pero aún hay algo que deseo conocer, cuál de los saberes es el que le hace feliz, ¿o son todos por igual?
-No, por igual no, dijo.
-Entonces, cuál es el que más y, por medio de él, qué es lo que conoce de las cosas que son, que fueron o que han de sobrevenir. ¿Quizá, con ayuda de éste: el juego de las damas?
-Qué damas ni damas, dijo.
-¿O puede que el cálculo? -En manera alguna.
-¿O bien la salud?
-Más verosímilmente, dijo.
-Pero aquel al que, sobre todo, me refiero, ¿para qué le sirve?
-Para saber lo que tiene que ver con el bien y con el mal, dijo.
-¡Oh tú, bribón!, exclamé. Rato ha que me estás obligando a dar vueltas, ocultándome que no es el vivir con conocimiento lo que hace obrar bien y ser feliz, ni todos los otros saberes juntos, sino sólo esa peculiar ciencia del bien y del mal. Puesto que si te pones a separar, Critias, este saber de todos los otros saberes, ¿va la medicina a hacernos menos sanos en algo, la zapatería menos calzados, y el arte de tejer menos vestidos? ¿El arte del timonel evitaría menos que muriésemos en el mar, y la estrategia, en la batalla?
-No menos por ello, no, dijo.
-Pero, entonces, querido Critias, lo que nos faltará, si esta ciencia nos falta, es el que todas las otras lleguen a sernos buenas y provechosas.
-Verdad dices.
-Pero no es ésta por cierto, según parece, la sensatez, sino otra cuyo objeto es sernos útil, y que no es un saber de los otros saberes y de las ignorancias, sino del bien y del mal. De modo que si este saber nos es provechoso, la sensatez tendrá que ser, para nosotros, algo distinto del provecho.
-Pero, ¿cómo es que -dijo él- de nada nos serviría? Porque, si la sensatez es, con mucho, el saber de los saberes y sabe de los otros, entonces también estaría por encima de este saber del bien y nos sería, en consecuencia, provechosa.
-¿Pero, es que sería ese saber el que nos haría sanos, dije yo, y no la medicina, y así en todas las otras artes, y no lo que es propio de cada una de ellas? ¿O es que no estábamos desde hace tiempo de acuerdo en que era sólo saber de los saberes y de las ignorancias, pero de ningún otro? ¿No es así?
-Así parece.
-Luego, ¿no será originador de la salud?
-En modo alguno.
-Porque la salud es propia de otro saber, ¿no?
-De otro.
-Ni nos dará provecho, camarada, porque este efecto se lo hemos atribuido ya a otro arte. ¿No es así?
-Y mucho que lo es.
-¿Y cómo, pues, nos será de provecho la sensatez, no originando provecho alguno?
-Pues no se me ocurre cómo.