Por mí no me irrito mucho dije yo, pero sí, Cármides, por ti, porque, siendo tú como eres de aspecto y, además, tan sensato de ánimo, para nada te servirá esta sensatez, ni te aprovechará en algo el que esté presente en tu vida. Pero todavía me irrita más por el ensalmo aquel que aprendí del tracio y que, después de tanto esfuerzo, descubro ahora como algo baladí. Con todo, no creo que esto sea así, sino que lo que pasa es que yo he planteado mal mis pesquisas, puesto que la sensatez es un gran bien y, si la posees, eres feliz. Mira, pues, si la tienes y no precisas del ensalmo. Porque si la tienes, más bien yo te aconsejaría que me tomases por un tonto que no puede hacer caminar su discurso. En cuanto a ti mismo, cuanto más sensato seas, tanto más feliz considérate.
-Por Zeus, Sócrates -entonces, respondió Cármides– que yo no sé si la tengo o no la tengo. Porque cómo iba yo a saber lo que vosotros no habéis sido capaces de encontrar qué pueda ser, al menos según tú dices. En verdad, pues, que no me convences mucho, y en cuanto a mí mismo, Sócrates, pienso que estoy muy necesitado del ensalmo. No hay, por mi parte, impedimento alguno para que me sometas a él, cuantos días quieras, hasta que digas que tengo bastante.
-Bueno. Pero en ese caso, dijo Critias, si haces eso, Cármides, me parecerá que es una señal de sensatez, o sea, si te sometes al ensalmo de Sócrates y no te apartas de él ni poco ni mucho.
-Cierto que lo seguiré, dijo, y no me despegaré de él. Sería algo indigno que no me .dejase persuadir por mi tutor y no hiciera lo que mandas.
-En verdad, dijo, que te lo mando.
-Así pues, lo haré, dijo, y empezando desde hoy mismo.
-¡Eh! , vosotros, ¿qué andáis ahí tramando?, les dije yo.
-Nada, respondió Cármides, ¡que ya lo hemos tramado!
-¿Vas a obligarme, dije yo, sin darme plazo de preparación?
-Sí que te obligo, dijo, pues éste me manda a mí. Piensa tú, a tu vez, que es lo que harás.
-¡Pero si ya no me has dejado posibilidad alguna de deliberar! Porque, una vez que te has empeñado en hacer cualquier cosa, forzándolo si es preciso, no habrá nadie capaz de oponérsete.
-En ese caso, dijo él, no te me opongas tú.
-No, no me opondré.