CARTA 1
PLATÓN a DIONISIO: Mucho éxito.
Durante mi larga permanencia junto a vos, cuando era el ministro favorito de vuestro poder, vos os llevabais todos los beneficios y ventajas, y yo soportaba las calumnias, por muy duras que estas fuesen, puesto que, yo bien lo sabía, ni una sola de vuestras crueldades podía parecer se hubiera cometido con mi consentimiento : todos aquellos, en efecto. que han tomado parte en vuestra administración y gobierno me son testigos de ello, aquellos a quienes, en tan gran número, he socorrido y a quienes he salvado de graves castigos. Así, pues, luego de haber sido frecuentemente colocado como señor al frente de la vigilancia de vuestra ciudad, he sido despedido más ignominiosamente de lo que sería decoroso hacer con un mendigo, y he sido echado por vos con la orden de hacerme a la mar, ¡ yo que tanto tiempo había pasado junto a vosotros!
Yo pensaré para en adelante en escoger un género de vida que me aleje más de los humanos, y tú, siendo como eres un tirano. quedarás rodeado de soledad y aislamiento. La brillante suma de dinero que me has dado para mi partida, Bacqueio, el portador de esta carta. te la devolverá: era insuficiente para los gastos del viaje, a la vez que carecía de toda utilidad en otros aspectos. Ella no podía procurarte a ti, -el dador, más que la peor de las deshonras, y casi la misma a mi, si la aceptaba. Por este motivo la rechazo. Evidentemente, para ti carece de importancia el recibir o dar una suma de dinero como esta: así. pues. tómala de nuevo y corteja con ella a algún otro de tus amigos, de la misma manera que me cortejaste a mi mismo; he sido, en efecto, suficientemente cortejado por ti. En cuanto a mi, no me queda mas que repetir el dicho aquel de Eurípides: cuando un día veas que todo se derrumba, desearas vehementemente tener un hombre así a tu lado
Recuerda también, te lo ruego, que casi todos los poetas trágicos, al representar a un tirano sucumbiendo a los golpes de un asesino, hacen que exclame: privado de amigos, mísero de mí, muero, en cambio, ninguno de ellos lo hace morir falto de dinero. Y así, también los versos siguientes suelen gustar bastante a los espíritus sensatos: ni el oro brillante, tan raro en la desesperanzada vida de los mortales, ni el diamante, ni el resplandor de los lechos de plata, maravillosa riqueza de los humanos, ni, sobre la tierra inmensa, las llanuras cargadas de frutos, valen entre las personas de bien lo que la íntima compenetración, de los pensamientos.
Adiós. Reconoce los grandes errores que has cometido conmigo, a fin de que trates mejor a los demás.