-De perlas -contesté yo- es lo que dices, Céfalo; pero eso mismo de que hablamos, esto es, la justicia, ¿afirmaremos que es simplemente el decir la verdad y el devolver a cada uno lo que de él se haya recibido, o estas mismas cosas se hacen unas veces con justicia y otras sin ella? Pongo por caso: si alguno recibe unas armas de un amigo estando éste en su juicio, y ese amigo se las pide después de vuelto loco, todo el mundo diría que no debe devolvérselas y que no obraría en justicia devolviéndoselas ni diciendo adrede todas las verdades a quien se halla en semejante estado.
-Bien dices -afirmó él.
-Por lo tanto, no se confma la justicia en decir la verdad ni en devolver lo que se ha recibido.
-Sí de cierto, ¡oh, Sócrates! -dijo interrumpiendo Polemarco-, si hemos de dar crédito a Simónides.
-Bien -dijo Céfalo-, os hago entrega de la discusión, pues tengo que atender al sacrificio.
-Según eso -dijo Polemarco- ¿soy yo tu heredero?
-En un todo -contestó él riendo, y se fue a sacrificar.