Excertos de Guillermo Fraile, História da Filosofia
Estando el Uno más allá de toda esencia, de todo pensamiento, de todo concepto y de toda determinación, es imposible definirlo ni formar de él ninguna idea positiva. En todos cuantos conceptos queramos formar del Uno entra siempre un fondo de negatividad1). En este sentido deben entenderse los atributos que Plotino señala como propios del Uno. El primero, y la nota más característica y distintiva del Uno, es su misma unidad. Más que Uno es la Unidad misma, la identidad misma, la simplicidad absoluta. Es la negación de toda pluralidad y de toda clase de composición. No se trata de la unidad numérica, sino de una unidad superior a todo cuanto nosotros podemos comprender (VI 8,19; V 4,1; 5,6). El Uno es indivisible, no puede dividirse ni multiplicarse.
Es perfectísimo (aneudeestaton) y contiene en grado supereminente todas cuantas perfecciones se encuentran en los demás seres. Es autosuficiente (ikanotaton, autokrestaton), todo lo tiene y no tiene necesidad de nada. No es el Bien, sino que es la Bondad misma. Es eterno, no tiene pasado ni futuro, ha existido siempre y siempre existirá. Es inmóvil, pues está por encima de todo cambio y de toda mutación. «Su operación es, a la vez, la más activa y la más inmutable». Es Acto puro, potencia infinitamente activa y siempre en acto perfectísimo. Es autocreador, se da a sí mismo el ser, la esencia y la existencia (VI,8,6). Su vida consiste en contemplarse a sí mismo, con un pensamiento intuitivo, simplicísimo, sin distinción de sujeto y de objeto (Ibid.). Es voluntad pura, cuyo único objeto es él mismo, y por lo tanto es también libertad pura, pues no está sujeto a ningún otro ser (VI 8,9-10). Es infinito, pues no hay nada que lo pueda limitar ni término donde pueda quedar recluido2).
Pero, en realidad, el Uno está más allá de todo ser y de toda determinación. No tiene ninguna forma ni ninguna perfección común con los seres del mundo que nosotros conocemos3). Está más allá de todos los conceptos de nuestra inteligencia, que proceden del mundo material. Queda fuera del alcance de la expresión de nuestras palabras. No podemos aplicarle ninguno de los predicados que nosotros podemos formar. Por esto todas nuestras afirmaciones positivas resultan inadecuadas. No podemos decir que el Uno sea así, ni que sea esto o aquello, ni siquiera simplemente que sea4).
Por lo tanto, el Uno es para nosotros incomprehensible, pues no podemos abarcar su infinitud. Es indefinible, pues toda definición supone composición y limitación. Es inefable, pues no hay conceptos ni palabras que lo puedan expresar5). Lo más exacto es emplear expresiones negativas: «Nosotros decimos lo que no es, pero no podemos decir lo que es»6).
De esta manera inaugura Plotino la Teología de tipo negativo, que desarrollará sobre todo el Seudo Dionisio. Del Uno podemos decir que no tiene ser, en el sentido de que está más allá de todo ser determinado; que no tiene pensamiento y que no piensa, en cuanto que en él no hay dualidad de inteligente e inteligible; que no tiene voluntad, pues no puede tener ningún objeto exterior fuera de él; que no tiene vida, para excluir de él toda clase de movimiento.
Plotino, no obstante, no es agnóstico. Niega la posibilidad de llegar a conocer el Uno mediante los conceptos de la inteligencia, procedentes del mundo material. Pero admite la posibilidad de llegar a conocerlo intuitivamente por medio del éxtasis. Es de notar que Plotino no da nunca al Uno el nombre de Dios, mientras que ese calificativo, así como el de «divino», los prodiga hablando del Entendimiento, del Alma del mundo y de los seres astrales. El Uno, en realidad, para Plotino, está por encima de lo divino, pues carece en absoluto de toda determinación, tanto ontológica como inteligible7).