Eutidemo 278e-282e: A felicidade e suas condições
—¿No deseamos acaso todos nosotros, hombres, ser dichosos1)? ¿O es ésta, tal vez, una de aquellas preguntas que hace un instante temía que provocaran el ridículo? En efecto, es sin duda cosa de locos plantearse siquiera semejante cuestión. ¿Quién no quiere ser dichoso?2). (279a) Ninguno —respondió Clinias.
—Bien —repuse—, prosigamos; puesto que queremos ser dichosos, ¿cómo podríamos serlo? ¿Quizá poseyendo muchos bienes? ¿o es ésta una pregunta aún más ingenua que la anterior? Es obvio que es así, ¿no?
Asintió.
—Veamos, ¿cuáles son las cosas que son bienes para nosotros? No me parece una pregunta difícil, ni menos aún que requiera la intervención de un individuo de ingenio para contestarla. Cualquiera diría que el ser rico es un bien, ¿no es cierto?
—Por supuesto —respondió.
—¿Y también lo es el estar sano, el ser bello y el poseer convenientemente (b) todas las demás cualidades físicas?
Así le pareció.
—Además, ¿la noble ascendencia, el poder y la estima de los propios conciudadanos son sin duda bienes?
Asintió.
— ¿Y qué otros bienes nos quedan aún?, pregunté. ¿Qué son, en fin, el ser prudente, justo, valeroso? ¡Por Zeus!, ¿crees tú, Clinias, que procedemos correctamente si los consideramos a éstos como bienes?, ¿o no? Porque quizás alguien podría discutírnoslo. ¿A ti qué te parece?
—Son bienes —contestó Clinias.
—De acuerdo —repuse—; ahora, en cuanto al saber, ¿qué lugar le daremos? ¿Entre los bienes…?, ¿o qué piensas?
—Entre los bienes.
—Presta atención, por favor, que no omitamos ningún bien que sea digno de consideración.
—Me parece que ninguno — respondió Clinias.
