Lísis 203a-207d: Prólogo
SÓCRATES
Marchaba yo de la Academia derecho al Liceo1) por el camino que, pegado a ella, va por fuera de la muralla, cuando, al encontrarme junto a la poterna donde la fuente de Panope, me tropecé a Hipotales el de Jerónimo y a Ctesipo el Peanio y a otros jóvenes que con ellos estaban reunidos. Y viendo Hipotales que me acercaba, me dijo:
-¡Sócrates! ¿Adónde vas y de dónde vienes?
-De la Academia, le dije, y derecho al Liceo.
-Pues entonces, me dijo, derecho a nosotros. ¿O no te quieres desviar? De verdad que lo merece.
-¿Adónde dices?, le pregunté, y ¿quiénes sois vosotros?
-Aquí, me dijo mostrándome enfrente mismo del muro una especie de recinto, con la puerta abierta. Aquí pasamos nosotros el tiempo, dijo, en compañía de muchos otros jóvenes excelentes.
-¿Pero qué lugar es éste y en qué os entretenéis?
-Es una palestra2) construida hace poco, y nuestro entretenimiento consiste, principalmente, en toda clase de conversaciones en las que, por cierto, nos gustaría que participaras.
-Hacéis muy bien, les dije, y ¿quién enseña aquí?
-Tu compañero y admirador Miceo, me contestó.
-Pues, por Zeus, que no es malo el hombre, sino un maestro muy capaz.
-¿Quieres, pues, seguirnos -dijo- y ver así a los que están dentro?
-Primero me gustaría oír para qué es para lo que entro y quién es vuestro favorito.
-A unos les parece uno -dijo- y a otros otro, Sócrates.
-Pero a ti, Hipotales, ¿quién? Dímelo.
