Eliade: Mistérios Dionisíacos

Excertos da versão espanhola, “História das Crenças e das Ideias Religiosas T. I” (OBRAS DE ELIADE)

Parece seguro que las Tiasas privadas tenían carácter de iniciación y secreto, aunque una parte de las ceremonias (por ejemplo, las procesiones) se celebraran en público. Es difícil precisar cuándo y en qué circunstancias asumieron los ritos secretos e iniciáticos dionisíacos la función específica de las religiones mistéricas. Investigadores muy importantes (Nilsson, Festugière) ponen en duda la existencia de unos Misterios dionisíacos, por la razón de que faltan las referencias explícitas a una esperanza escatológica. Pero lo cierto es que, sobre todo para la época antigua, conocemos muy mal los ritos secretos, y más aún lo referente a su significado esotérico (que debió de existir, pues las significaciones esotéricas de los ritos secretos e iniciáticos están atestiguadas en todo el mundo y a diferentes niveles culturales).

Por otra parte, no hay por qué limitar la morfología de la esperanza escatológica a las expresiones que nos son conocidas ya a través del orfismo o los Misterios de época helenística. El ocultamiento y la epifanía de Dioniso, sus descensos a los infiernos (comparables a una muerte seguida de una resurrección) y sobre todo el culto de Dioniso niño, con los ritos que celebran su «despertar» — dejando además a un lado el tema mítico-ritual de Dioniso-Zagreo, sobre el que volveremos enseguida — indican el anhelo, y también la esperanza, de una renovación espiritual. La figura del niño divino está cargada, a lo largo y a lo ancho de todo el mundo, de un simbolismo iniciático en el que se manifiesta el misterio de un «renacer» de orden místico. Desde el punto de vista de la experiencia religiosa, poco importa que ese simbolismo sea o no «comprendido» intelectualmente. Recordemos que el culto de Sabazio, identificado con Dioniso, presenta ya la estructura de un Misterio («¡Me he librado del mal!»). Es cierto que en las Bacantes no se habla para nada de inmortalidad; a pesar de ello, la comunión, siquiera ocasional, con el dios no dejaba de tener consecuencias para la existencia ultraterrena del bakchos. La presencia de Dioniso en los Misterios de Eleusis nos hacen sospechar el significado escatológico de al menos ciertas experiencias orgiásticas.

Pero el carácter «mistérico» de este culto se precisa sobre todo a partir de Dioniso-Zagreo. El mito del desmembramiento del niño Dioniso-Zagreo nos es conocido especialmente a través de autores cristianos. Como era de esperar, nos lo presentan evhemerizado, incompleto y en una versión peyorativa. Pero precisamente porque se sentían libres de la prohibición de hablar públicamente de cosas que se consideraban en otros ambientes sagradas y secretas, los autores cristianos nos han transmitido muchos detalles preciosos. Hera envía a los Titanes, que atraen al niño Dioniso-Zagreo con unos juguetes (sonajeros, crepundia, un espejo, un juego de tabas, una pelota, una peonza, un rombo), le dan muerte y lo despedazan. Cuecen luego sus miembros en un caldero y, según algunos, los comen. Una diosa — Atenea, Rhea o Deméter — recibe o salva el corazón y lo coloca en un coíre. Informado del crimen, Zeus fulmina a los Titanes. Los autores cristianos no aluden a la resurrección de Dioniso, pero este episodio era conocido por los antiguos. El epicúreo Filodemo, contemporáneo de Cicerón, habla de tres nacimientos de Dioniso, «el primero de su madre, el segundo del muslo y el tercero cuando, después de ser despedazado por los Titanes, habiendo juntado Rhea sus miembros, volvió a la vida». Fírmico Materno concluye añadiendo que en Creta (donde localiza su relato vehemerizado) se conmemoraba la muerte con unos ritos anuales que repetían lo que «el niño había hecho y padecido en el momento de su muerte»: «en el fondo de los bosques, mediante extraños gritos que lanzan, representan la locura de un alma furiosa», dando a entender que el crimen fue cometido por locura, y «despedazan con sus dientes un toro vivo».

El tema mítico-ritual de la pasión y resurrección del niño Dioniso-Zagreo ha dado lugar a innumerables controversias, sobre todo a causa de sus interpretaciones «órficas». Desde nuestro punto de vista es suficiente precisar que las noticias transmitidas por los autores cristianos están confirmadas por documentos más antiguos. El nombre de Zagreo es mencionado por vez primera en un poema épico del ciclo tebano, Alcmeón (siglo IV): significa «gran cazador», lo que corresponde al carácter salvaje, orgiástico, de Dioniso. En cuanto al crimen de los Titanes, Pausanias (VIII, 37,) recoge una noticia preciosa, a pesar del escepticismo de Wilamowitz y otros investigadores: Onomácrito, que vivía en Atenas en el siglo VI, en tiempos de Pisístrato, había escrito un poema sobre este tema: «Tomando de Homero el nombre de los Titanes, fundó unos orgia de Dioniso, presentando a los Titanes como autores de los dolores del dios». Según el mito, los Titanes se acercaron al niño divino cubiertos de yeso para no ser reconocidos. Pero resulta que en los Misterios de Sabazio que se celebraban en Atenas, uno de los ritos iniciáticos consistía en empolvar a los candidatos con yeso o con otra materia semejante. Ambos hechos fueron relacionados ya en la Antigüedad (véase Nonno, Dionis., XXVII, 228 y sigs.). Se trata de un rito arcaico de iniciación muy conocido en las sociedades «primitivas»: los novicios se frotan el rostro con polvo o con ceniza para parecerse a los fantasmas; dicho de otro modo: experimentan una muerte ritual. En cuanto a los «juguetes místicos», también eran conocidos de antiguo; un papiro del siglo III a.C. aparecido en Fayum (Gurub), mutilado desgraciadamente, cita la peonía, el rombo, las tabas y el espejo (Orph. Fr., 31).

El episodio más dramático del mito — concretamente el hecho de que, una vez desmembrado el cuerpo del niño, los Titanes lo cocieron en un caldero y luego lo asaron — era conocido, con todos sus detalles, en el siglo IV. Y lo que es más, estos detalles se relacionaban con «la celebración de los Misterios». Jeanmaire había indicado oportunamente que el ser cocido en un caldero o el paso por el fuego son ritos iniciáticos que confieren la inmortalidad (véase el episodio de Deméter y Demofón) o de rejuvenecimiento (las hijas de Peleas cuecen a su padre en un caldero después de despedazarlo). . Añadamos que ambos ritos — desmembramiento y cocimiento o paso por el fuego — son característicos de las iniciaciones chamánicas.

Podemos, por tanto, ver en el «crimen de los Titanes» un antiguo conjunto iniciático cuya significación original había caído en el olvido. Pues los Titanes se comportan como oficiantes de una iniciación, es decir, «matan» al novicio para que «renazca» a un modo superior de existencia (en nuestro ejemplo podría decirse que confieren la divinidad y la inmortalidad al niño Dioniso). Pero en una religión que proclamara la supremacía absoluta de Zeus, los Titanes no podían desempeñar un cometido demoníaco, y fueron fulminados. Según ciertas variantes, los hombres fueron creados de sus cenizas. Este mito desempeñó un importante papel en el orfismo.

También en Delfos es posible adivinar el carácter iniciático de los ritos dionisíacos. Allí las mujeres celebraban el renacimiento del dios. Lo cierto es que la criba délfica «contenía un Dioniso desmembrado y a punto de renacer, un Zagreó», como indica Plutarco (De Iside, 35), y este Dioniso «que renacía como Zagreo era al mismo tiempo el Dioniso tebano, hijo de Zeus y Semele».1

Diodoro de Sicilia parece referirse a los Misterios dionisíacos cuando escribe que «Orfeo transmitió en las ceremonias de los Misterios el desmembramiento de Dioniso» (V, 75,4). En otro pasaje Orfeo es presentado como un reformador de los Misterios dionisíacos: «De ahí que las iniciaciones debidas a Dioniso son llamadas órficas» (III, 65,6). La tradición recogida por Diodoro es muy valiosa por confirmar la existencia de unos Misterios dionisíacos. Es posible, sin embargo, que ya en el siglo V estos Misterios hubieran asimilado algunos elementos «órficos». En efecto, por entonces se proclamó a Orfeo «profeta de Dioniso» y «fundador de todas las iniciaciones».

Más que cualquiera de los restantes dioses griegos, Dioniso nos asombra por la novedad de sus epifanías, por la variedad de sus transformaciones. Siempre está en movimiento. Penetra por todas partes, en todos los países, en todos los pueblos, en todos los ambientes religiosos, dispuesto a asociarse con diversas divinidades a veces antagónicas (por ejemplo, Deméter y Apolo). Es ciertamente el único dios griego que, al manifestarse bajo diferentes aspectos, asombra y atrae tanto a los campesinos como a las minorías intelectuales, a los políticos y a los contemplativos, a los orgiásticos y a los ascetas. La embriaguez, el erotismo, la fecundidad universal, pero al mismo tiempo las experiencias inolvidables provocadas por la llegada periódica de los muertos o por la manía, por la inmersión en la inconsciencia animal o por el éxtasis del enthousiasmos: todos estos terrores y revelaciones brotan de una sola y misma fuente: la presencia del dios. Su modo de ser expresa la unidad paradójica de la vida y de la muerte. Todo esto hace que Dioniso se presente como un tipo radicalmente distinto de los olímpicos. ¿Es un dios más cercano a los hombres que las demás divinidades? En todo caso, no era difícil acercarse a él, y hasta cabía la posibilidad de convertirse en su encarnación; el éxtasis de la mania demostraba que era posible superar la condición humana.

Estos ritos eran susceptibles de desarrollos inesperados. El ditirambo, la tragedia, el drama satírico son, más o menos directamente, creaciones dionisíacas. Resulta una tarea apasionante seguir la transformación de un rito colectivo, el dithirambos, que implica el frenesí extático, en espectáculo y, finalmente, en género literario.2 Si, por una parte, ciertas liturgias públicas se convirtieron en espectáculos, hasta hacer de Dioniso el dios del teatro, otros ritos, secretos e iniciáticos, se transformaron en Misterios. Al menos indirectamente, el orfismo es deudor de las tradiciones dionisíacas. Más que cualquier otra divinidad olímpica, este dios joven nunca cesará de gratificar a sus devotos con nuevas epifanías, mensajes imprevistos y esperanzas escatológicas.


  1. Delcourt, op. cit.. págs. 155, 200. Plutarco, después de hablar del descuartizamiento de Osiris y de su resurrección, se dirige a su amiga Clea, presidenta de las ménades de Delfos: «Si Osiris es el mismo que Dioniso, quién podría saberlo mejor que tu, que diriges las Tíadas, que has sido iniciada por tu padre y por tu madre en los Misterios de Osiris». 

  2. El ditirambo, «danza circular destinada, con ocasión del sacrificio de una víctima, a provocar el éxtasis colectivo con ayuda de movimientos rítmicos y de aclamaciones y gritos rituales, pudo — precisamente en la época (siglos VII-VI) en que se desarrolla en el mundo griego el gran lirismo coral — evolucionar hasta convertirse en un género literario, merced a la creciente importancia de las partes cantadas por el exarchon, al intercalarse fragmentos líricos en los temas más o menos adaptados a la circunstancia y a la persona de Dioniso» (Jeanmaire, op. cit, págs. 248-249).