Enéada I, 4, 12: O prazer é para o sábio a serenidade.

12 Pero cuando se nos pregunte qué haya de placentero en este género de vida, que no vayan a exigirnos que estén presentes los placeres del libertino ni los del cuerpo — pues estos placeres no pueden estar presentes y ahuyentarían la felicidad — ni las sobre-excitaciones de gozo — ¿para qué?-, sino los placeres que acompañan a bienes presentes y que no consisten en movimientos ni procesos, porque los bienes están ya presentes, y él mismo está presente a sí mismo. El placer y la jovialidad en este caso son estables. Y así, el hombre de bien siempre se mantiene jovial, y es el suyo un estado de serenidad y un talante envidiable no perturbado por ninguno de los supuestos males, si es realmente hombre de bien. Mas si alguno anda en busca de otra especie de placer en la vida del hombre de bien, es que no anda en busca de la vida del hombre de bien.