Enéada I, 4, 14: O sábio menospreza os bens corporais e os bens exteriores

14 Pero que el hombre, y sobre todo el virtuoso, no es el compuesto, también lo atestigua el alma con su separación del cuerpo y su menosprecio de los supuestos bienes del cuerpo. Mas pretender que la felicidad incluya al animal, es bien ridículo: la felicidad consiste en una buena vida, y ésta se origina en el alma, como actividad que es del alma, y no de toda ella, pues no lo es por cierto de la vegetativa como para que alcance al cuerpo. No, esta felicidad no podía consistir en la esbeltez y el buen estado del cuerpo, ni tampoco en tener buenas sensaciones. Es que las sensaciones excesivas, con su pesadumbre, amenazan con arrastrar al hombre hacia ellas. Pero, como hay una especie de contrapeso que lo eleva en dirección contraria hacia las realidades más eximias, cabe amenguar y menoscabar las cosas corporales, a fin de que aparezca que ese hombre es distinto de su exterior. Demos en hora buena que el hombre de acá sea hermoso, que sea esbelto, que sea rico y que mande en todos los hombres, como quien es de la región de acá; y, sin embargo, no hay que envidiarle por tales cosas, que lo tienen engañado. En el sabio, puede ser que estas cosas no se den ni por asomo; pero, si se dan, él mismo las aminorará, si se interesa por sí mismo. Sí, aminorará y deslucirá con su despreocupación las ventajas del cuerpo, y depondrá el mando. Pero, bien que cuidando de la salud del cuerpo, no querrá quedarse enteramente sin probar las enfermedades; ni tampoco sin probar los dolores, sino que, aunque no le vengan, querrá conocerlos de joven; pero ya en la vejez, preferirá que ni los dolores ni los placeres le molesten, ni ninguna de las cosas de acá, ni agradable ni desagradable, para no tener que fijarse en el cuerpo. Mas, en medio de los dolores, sabrá contraponerles la fuerza que le ha sido proporcionada para arrostrarlos, sin que ni el placer, la salud y la falta de dolor añadan nada a su felicidad ni los contrarios de éstos la destruyan o menoscaben Porque si uno de dos contrarios no añade nada a una misma cosa, ¿cómo podrá el otro contrario destruirla?