16 Pero si alguien se niega a situar al hombre de bien en esta cima de la inteligencia y lo apea a la región de los azares, andará con miedo de que se vea envuelto en ellos y no se atendrá al ideal de hombre de bien que nosotros exigimos, sino que, concibiéndolo como un buen hombre con mezcla de bien y de mal, adjudicará a ese tal una vida entreverada de bien y de mal. Un hombre así no es fácil que exista; pero, si existiera, no merecería el título de hombre feliz, no teniendo altura ni en grado de sabiduría ni en pureza de bondad. No cabe, pues, vivir felizmente en el compuesto. Porque con toda razón estima Platón que, quien aspire a ser sabio y feliz, ha de tomar el bien de allá arriba, ha de poner su mirada en él, ha de asemejarse a él y ha de vivir en conformidad con él.
Y esto debe bastarle para conseguir su fin; las demás cosas son como si cambiara de región sin que perciba por ello nada que añada a su felicidad, sino como quien, en medio de otras cosas que hay también difundidas a su alrededor, tantea si, por ejemplo, ha de establecerse aquí o allá, concediendo al hombre inferior cuanto éste necesita y él pueda, pero manteniéndose él mismo distinto del de acá. Nada le impide abandonar a éste, y lo abandonará a la hora señalada por la naturaleza; pero es dueño de deliberar por sí mismo sobre ello.
En conclusión, algunas de sus obras tenderán a la felicidad; otras, en cambio, no estarán motivadas por el fin ni serán, en absoluto, de él mismo, sino de quien forma pareja con él. Por él velará v con él se avendrá, mientras pueda, como el músico con su lira mientras pueda servirse de ella. Pero si no, la cambiará por otra o prescindirá de los servicios de la lira y se abstendrá de tañer la lira, ocupándose de otra cosa sin la lira, que yacerá olvidada cerca de él, mientras él canta sin instrumentos. Mas no por eso le dieron en balde, ya desde el principio, ese instrumento, pues ya se ha servido de él muchas veces.