Enéada I, 8, 13: O mal obstáculo

13 A no ser que el vicio sea un mal por esto: en cuanto impedimento, como el que impide al ojo ver.

Pero, en ese caso, el mal será, para quienes así piensan, causa de mal, y causa de mal sobre el supuesto de que sea distinto del mal mismo. Si, pues, el vicio es un impedimento para el alma, el vicio será causa de mal, pero no el mal. Además, la virtud no será el bien, excepto a modo de cooperadora. Así que, si la virtud no es el bien, tampoco el vicio será el mal. Además, la virtud no es la Belleza en sí ni el Bien en sí; por tanto, tampoco el vicio será la Fealdad en sí ni el Mal en sí. Ahora bien, hemos dicho que la virtud no es la Belleza en sí ni el Bien en sí porque antes que ella y más allá de ella están la Belleza en sí y el Bien en sí, y así el alma es bella y buena en cierto modo, por participación.

Por lo tanto, así como quien sube a partir de la virtud, da con la Belleza y el Bien, así también quien baja a partir del vicio, da con el Mal en sí, si comienza a bajar a partir del vicio. Y, si baja contemplando, da con la contemplación — comoquiera que ella sea — del Mal en sí; mas si baja haciéndose malo, se hace partícipe del Mal en sí, porque se mete completamente en la «región de la desemejanza», donde, sumergida en ella, habrá caído en un cenagal tenebroso. Porque si el alma se sumerge completamente en completa maldad, ya no tiene maldad, sino que trocó su naturaleza por otra, por la que es peor. Porque la maldad es todavía algo humano si está mezclada con algo contrario. Muere, pues, el alma como puede un alma morir: la muerte para ella, cuando está todavía inmersa en el cuerpo, consiste en hundirse en la materia y atestarse de ella, y, una vez salida del cuerpo, en yacer en ella, hasta que se dé a la fuga y quite la vista, de algún modo, del cenagal. Y esto quiere decir lo de «ir al Hades y volver a dormirse allá».

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