Enéada I, 8, 15: A alma pura permanecer preservada do mal

15 Pero si alguien niega que la materia exista, habrá que mostrarle la necesidad de su existencia basándose en nuestro tratado sobre la materia; allí este tema ha sido desarrollado más ampliamente. Pero si alguien negara que el mal exista en absoluto en la realidad de las cosas, se verá forzado a abolir aun el bien y a afir- 5 mar que tampoco hay objeto alguno de deseo ni, por tanto, deseo, ni tampoco, a su vez, evitación ni intelección. Porque el objeto del deseo es el bien y el de la evitación es el mal, y el bien y el mal son el objeto de la intelección y de la sabiduría, y esta misma es uno de los bienes. Y, por tanto, tiene que haber un Bien, y un Bien sin mezcla, y otro que sea ya una mezcla de bien y de mal y que, si participó del mal en una porción mayor, ya con ello ha contribuido él mismo a aquel mal que hay en el conjunto, mas si en una porción menor, en la medida de la disminución, al bien del conjunto. Porque ¿qué mal podría sucederle al alma, o a qué alma, de no haber entrado en contacto con la naturaleza inferior? Ya no habría apetitos, ni penas, ni iras ni temores Porque los temores son propios del compuesto, por miedo a disolverse. Las penas y dolores son propios de quien está en trance de disolverse. Los apetitos nacen cuando algo molesta al organismo o alguien planea un preventivo que evite la molestia. La imaginación surge por el impacto de algo externo en la parte irracional; y recibe el impacto por no ser indivisa. Las opiniones falsas le vienen al alma cuando se sale de la verdad misma, y se sale de ella por no estar pura. La tendencia del alma a la inteligencia es otra cosa: no necesita más que estar con ella e instalada en ella sin inclinarse a lo inferior.

Pero merced al poder y naturaleza del Bien, el mal no es sólo mal: puesto que el mal apareció forzosamente, está envuelto en unas hermosas cadenas, cual ciertos cautivos en cadenas de oro, y se esconde en ellas para que los dioses no vean cosas indecorosas y para que los hombres no tengan que estar siempre mirando al mal, sino que, incluso cuando lo miran, convivan con imágenes de la Belleza que susciten su reminiscencia.