Enéada I, 8, 2: A natureza do bem

2 De momento, expliquemos cuál sea la naturaleza del Bien en la. medida en que convenga a la presente discusión. El Bien es aquello de que están suspendidas todas las cosas y aquello que desean todos los seres teniéndolo por principio y estando necesitados de aquél. Él, en cambio, no está falto de nada, se basta a sí mismo, no necesita nada, es medida y límite de todas las cosas, dando de sí inteligencia, esencia, alma, vida y actividad centrada en la inteligencia. Y hasta aquí todas las cosas son bellas, porque él mismo es superbello y está más allá de las cosas más eximias reinando en la región inteligible, pese a que la Inteligencia de allá no es como la que uno podría colegir juzgando por las que se dice que en nosotros son inteligencias, o sea, las que se llenan de contenido a partir de unas premisas, las que son capaces de comprender los enunciados, las que raciocinan y consideran las consecuencias como quienes consideran los seres deduciéndolos lógicamente. Señal de que antes no los contenían, sino que estaban aún vacías antes de inferirlos, a pesar de que eran inteligencias.

Aquella Inteligencia no es, pues, como éstas, sino que contiene todas las cosas y es todas las cosas y está con ellas porque está consigo misma y las contiene todas sin contenerlas. Porque no son éstas una cosa y ella otra, ni existe por separado cada una de las cosas que hay en ella, pues que cada una es total y es absolutamente todo. Y, sin embargo, no están confundidas, sino a su vez discriminadas. Es un hecho al menos que el participante no participa de todas juntamente, sino de la que puede. Y así, la Inteligencia es la primera actividad de aquél y la primera Esencia, mientras aquél se queda en sí mismo. La Inteligencia, sin embargo, actúa en torno a aquél como quien vive en torno suyo. El Alma, en cambio, danzando por fuera alrededor de la Inteligencia, mirando a ésta y escrutando el interior de ésta, mira a Dios a través de la Inteligencia.

Y «ésta es la vida de los dioses» indemne y bienaventurada. Aquí no existe el mal en absoluto; y si ése fuera el final, no existiría mal alguno, sino sólo el Bien primario y los bienes de segundo y de tercer orden. «Todas las cosas están en torno al Rey de todas las cosas, y aquél es causa de todas las cosas bellas, y todas son de aquél; el Segundo en torno a las segundas y el Tercero en torno a las terceras».

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