Enéada II, 3, 13 — Princípio geral: nada pode modificar a razão que dirige o universo

13. Conviene que ahora tomemos tu consideración y distingamos estos dos casos, a saber, el hecho de que unas cosas derivan del movimiento del cielo y otras no, diciendo ademas, de manera general, de dónde proviene cada cosa. Nuestro principio es el siguiente: el alma gobierna el universo de acuerdo con la razón y puede ser comparada al principio que, en cada ser animado, modela las partes de este y las ordena con ese todo del que ellas son parte. En el todo se da la totalidad de las partes, pero en cada parte no se da, en cambio, más que ella misma. Las cosas de fuera son aquí unas veces contrarias y otras favorables a la voluntad de la naturaleza; en tanto en el universo todos los seres, sin excepción alguna, están ordenados al conjunto por ser precisamente sus partes; de ese todo tienen su naturaleza y con él colaboran por su inclinación característica hacia la vida universal.

Los seres inanimados han de ser considerados como instrumentos, movidos a la acción por un impulso que les viene le fuera. Y en cuanto a los seres animados ocurrirá lo siguiente: unos conocerán un movimiento sin límite, cual si se tratase de caballos enganchados que, antes de que el auriga decida sobre la carrera, han de ser dominados a golpe, otros, y hablamos ahora de los de naturaleza racional, tienen en si mismos su propio conductor. Si este conductor es diestro, su carrera será recta y nunca fortuita, como tantas veces ocurre. Unos y otros, sin embargo, están en el interior del universo y colaboran con el todo; los mayores de entre ellos y los que merecen más estima actúan continuamente y colaboran en gran medida a la vida del universo; su disposición es, desde luego, mucho más activa que pasiva. Pero hay otros que perseveran en su pasividad, por carecer apenas de poder para la acción. Y aun puede hablarse de aquellos seres intermedios, que son pasivos en relación con los primeros, pero que actúan con renovada frecuencia y, en muchos casos, sacan de sí mismos el principio de sus acciones y creaciones.

Así se origina la vida universal en la que los seres mejores tienen también la actividad mejor, en razón de que poseen en si mismos el mejor principio; no obstante, deberán subordinarse a su jefe, como lo hacen los soldados con su general; de ellos se dice que “siguen a Zeus’, inclinado a la naturaleza inteligible. Los que poseen una naturaleza inferior ocupan el segundo lugar en el universo, análogamente a lo que tiene el segundo lugar en nuestra alma. En cuanto a los demás se encuentran en el universo a la manera como en nosotros nuestros órganos; porque es indudable que todos ellos no son iguales.

Todos los seres animados viven de conformidad con la razón del universo. Y no sólo los seres animados que están en el cielo sino todos los demás que se reparten por el universo; pues ninguna parte del universo, ni aun la mayor, tiene el poder de transformar las razones de los seres, y ni siquiera lo producido en ellos por estas mismas razones. Puede producir, si acaso, una alteración en doble sentido, mejor o peor, sin que por esto los haga salir de su naturaleza. Y así hace peores a los seres, bien originando su debilidad corporal, bien convirtiéndose accidentalmente en causa de rebajamiento pan esa alma que simpatiza con ella, y que por ella también ha recibido su inclinación hacia abajo. E incluso de la constitución defectuosa del cuerpo hace un obstáculo para la actividad del ser que se vuelve hacia ella, el cuerpo no es entonces otra cosa que una lira desajustada, que no puede recibir el acuerdo riguroso de los sonidos musicales.