14. ¿Cómo concebir ahora la pobreza y la riqueza, la celebridad y el poder? Porque, si la riqueza proviene de los padres, los astros dan fe de ella, lo mismo que anuncian el buen linaje si éste se debe sólo al nacimiento; ahora bien, si ha de atribuirse a la virtud, entonces el cuerpo pude colaborar a ella, contribuyendo a la vez todas las partes que fortalecen el cuerpo, como por ejemplo, y ante todo, los propios padres, y luego cualesquiera influencias recibidas, sean del cielo, sean de la tierra; aunque la virtud pudo adquirirse igualmente sin la intervención del cuerpo, con lo que la riqueza habrá de atribuirse casi por entero al mérito y a la contribución recompensadora de los dioses. Si los donantes son buenos, la causa de la riqueza habrá de buscarse en la virtud; pero si éstos son malos; y su donación es justa, es claro que habrán actuado, en este caso, según la parte mejor que hay en ellos. Si el que ha adquirido la riqueza es perverso, en su perversidad tendrá origen la riqueza adquirida; y ella será también su causa; aunque habrán colaborado al enriquecimiento todos los que hayan dado dinero a ese hombre. Si la riqueza proviene del trabajo, como ocurre en el cultivo de la tierra, deberá atribuirse al agricultor, aunque es natural que las circunstancias hayan colaborado con él; si proviene, en cambio, del descubrimiento de un tesoro, algo habrá que conceder al curso general de las cosas, con lo cual es factible su previsión, dado que, todos los hechos, sin excepción, se siguen unos de otros y pueden ser predichos en su totalidad. Si alguien ha perdido mis riquezas y si, por ejemplo, se las han robado, la causa particular de la pérdida será el ladrón y nadie más; pero, en cambio, si esas riquezas las ha perdido en el mar, la cada serán únicamente las circunstancias.
En cuanto a la fama, digamos que puede ser justa o no. Si es lo primero, habrá que atribuirla a nuestras acciones y a la opinión honrada de los demás; pero si no es justa, descansará entonces en la injusticia de quienes nos halagan. El mismo razonamiento puede aplicarse al poder: esto es, que puede ser conveniente, o no; en el caso de que lo sea, habrá que atribuirlo a la recta opinión de quienes han elegido (al hombre); y si no lo es, entonces se habrá conseguido con la ayuda ajena o con el concurso de cualquier otro medio. La unión matrimonial descansa en la libre elección, o en una serie de circunstancias casuales y azarosas atribuibles al curso del universo; lo mismo ocurre con el nacimiento de los hijos: pues si nada lo impide, el niño es conformado según la razón (seminal), en tanto esta conformación resulta deficiente si algún obstáculo interno como la disposición de la mujer encinta u otras circunstancias concomitantes se muestran desfavorables al embarazo.