17. ¿Podremos llamar pensamientos a estas razones que se dan en el alma? Pero, ¿cómo actuar verdaderamente conforme al pensamiento? Porque la razón seminal que obra en la materia es algo que actúa naturalmente; y no se trata de un pensamiento, ni de una visión, sino de una potencia que modifica la materia. Tampoco conoce, sino que obra a la manera como un sello o como una figura que se refleja en el agua; aunque como el círculo, la potencia vegetativa y generadora recibe de otra parte su poder. Y siendo así, la parte principal del alma debe alterar entonces el alma material y generadora. Pero, ¿la modifica luego de haber reflexionado? Porque si reflexiona, tendrá un punto de referencia; habrá de referirse a algo distinto de ella o a lo que ya se da en ella. En este caso, naturalmente, no tendría necesidad de reflexionar; porque ya no es ella la que produce la modificación, sino la potencia que encierra en sí misma las razones. Esta potencia es, en el alma, la más capacitada para actuar. Pero actúa de acuerdo con las ideas, y, para darlas, ha de recibirlas de la inteligencia. He aquí, pues que la inteligencia las da al alma del universo, y el que viene después de la inteligencia las da a su vez al alma que viene después de ella, a la que ofrece brillo y forma; y esta última, como ordenada por aquélla, produce ya las cosas. Sin embargo, esta producción se verifica unas veces libremente y otras (caso peor) con notoria dificultad; pero teniendo, como efectivamente tiene, la capacidad de producir y hallándose cargada de razones — de razones que no son las primeras — (el alma) producirá según lo que ella misma ha recibido, y nacerá de ella como es evidente algo que resulta siempre peor: un ser animado, pero de lo más imperfecto, que sobrelleva difícilmente su propia vida, porque es ya un ser inferior, de natural descontentadizo y violento, como hecho de una materia también inferior. Consideraremos esta materia como el sedimento amargo dejado por los seres superiores; sedimento que se extiende y se incorpora al universo.
Enéada II, 3, 17 — A alma produz sem reflexão
- MacKenna: Tratado 52,2 (II,3,2) — Astros animados ou inanimados?
- MacKenna: Tratado 52,3 (II,3,3) — Astros não influenciados pelos lugares ou configurações
- MacKenna: Tratado 52,4 (II,3,4) — Influências dos astros
- MacKenna: Tratado 52,5 (II,3,5) — Quente e frio, dia e noite, fases lunares
- MacKenna: Tratado 52,6 (II,3,6) — Absurdo da Astrologia
- MacKenna: Tratado 52,7 (II,3,7) — Adivinhação pela Astrologia
- MacKenna: Tratado 52,8 (II,3,8) — Os astros anunciam tudo
- MacKenna: Tratado 52,9 (II,3,9) — Destino e astros regem a alma inferior
- Porque as estrelas anunciam o futuro?
- Soul in its Activity in the Sense-world (III)