Enéada II, 3, 3 — Os astros não influenciados pelos lugares

3. Dícese acaso que no actúan por su libre designio, sino forzados por las regiones donde asientan y por su propia condición. Pero si así fuese, sería necesario que todos los planetas produjesen los mismos efectos atendiendo a una región y condición determinadas. Ahora bien ¿en qué se modifica un planeta cuando pasa de una sección del zodíaco a otra? Porque es claro que no se encuentra en el zodíaco mismo, sino a una gran distancia por debajo de él, y sea cual sea el signo que le corresponda, estará en todo tiempo de cara al cielo. Extraño resulta atribuirle cambios y efectos distintos cuando pasa al lado de cada una de las secciones del zodíaco, y ello según se halle al oriente, en el centro o al lado del occidente. Pues no es motivo de alegría para un planeta el encontrarse en un centro, o de disgusto o indolencia su propia situación de declive, o de calera la del punto de su nacimiento, o de calma la de su mismo declinar, hasta el extremo de hacerse mejor en esta última situación. Porque siempre para unos un planeta se encontrará en un centro, y para otros se hallará en su declive, de tal modo que el que se aparece a unos en su declinar, a otros se aparecerá en su centro. Ahora bien, es indudable que, al mismo tiempo, no podrá sentirse alegre y entristecerse, o mostrarse encolerizado y pacifico. Para unos, también, el momento de alegría de los planetas corresponde a su ocultación; para otros, a su salida; pero, ¿es esto lógico? Con ello ocurriría que, simultáneamente, estarían tristes y alegres; más, ¿por qué habrá de admitirse, además, que su tristeza podría dañarnos? En general, no deberá concederse que se muestren alegres o tristes según las circunstancias; sino que estarán siempre alegres en razón de los bienes de que disfrutan y de su misma contemplación. Porque cada uno de los planetas tiene su vida propia y encuentra su bien en la actividad que desarrolla; nada de esto, ciertamente, guarda relación con nosotros. Y, especialmente, en lo que a nosotros concierne, que no tenemos nada en común con ellos, la acción de los planetas resulta meramente accidental y no esencial, hasta el punto de que no es una acción en su exacto sentido el hecho de anunciar el porvenir como lo hacen los pájaros.