Enéada II, 6, 2 — Exame geral da qualidade

2. Hay que tomar en consideración, sin embargo, una definición general de la cualidad; posiblemente, el conocimiento de lo que es evitará con más razón las dificultades.

Hemos de preguntamos en primer lugar si una misma cosa puede tomarse como cualidad y también como complemento de una sustancia; en tal caso, no deberemos sorprendemos de que sea el complemento de una sustancia, y de una sustancia dotada de cualidades. Pero conviene que una sustancia dotada de cualidades sea ante todo una sustancia y posea una quididad. Es lo que ocurre con el fuego, que se ofrece como sustancia antes de contar con las cualidades. Pero, ¿se trata entonces de un cuerpo? El género sustancial será en tal caso el cuerpo; mas el fuego es un cuerpo dotado de calor, y la totalidad de cuerpo y calor no compone una sustancia, sino que el calor se encuentra en el fuego como lo romo en la nariz. Privado el fuego de su calor, de su luz y ligereza, cosas todas ellas que parecen ser cualidades, queda tan sólo algo extenso en el espacio, resistente al vez a las tres dimensiones: esa sustancia es, precisamente, la materia. Sin embargo, esto no parece verdadero, porque sustancia es, sobre todo, la forma, y la forma es, además, cualidad. O, de no ser cualidad, ha de ser, al menos, razón. Pero, ¿qué es lo compuesto de una razón y de un substrato? No es, desde luego, lo que vemos y lo que brilla en el fuego, que se ofrecen realmente como sus cualidades. Salvo que se diga que quemar viene a ser un acto de la razón seminal; pero lo mismo habrá que considerar entonces el acto de calentar, el de blanquear y todos los demás actos. En ese caso nada dejaríamos para la cualidad.

Indudablemente, no deberá llamarse cualidades a todo lo que constituye el complemento de una sustancia; porque se trata de actos que provienen de las razones seminales y de potencias que se encuentran en las sustancias. La verdadera cualidad aparece fuera de toda sustancia, no mostrándose como cualidad y como algo que no lo es, pues en verdad excede a la sustancia misma. Tomemos el ejemplo de la virtud y el vicio, de la fealdad y la belleza, o incluso el de la salud y la representación de tal forma. No es cualidad la forma, esto, es el triángulo o el cuadrado, sino el hecho de adoptar la forma triangular, como tampoco es cualidad la triangularidad, sino el recibir dicha forma; se trata, sin duda, de artes y de disposiciones. He aquí, pues, que la cualidad viene a ser también una disposición que se encuentra en las sustancias reales, o algo traído de fuera, o que se da en la sustancia desde un principio. La sustancia, sin embargo, no la echada de menos, si no la poseyese. Digamos que las cualidades son fácil y difícilmente mudables; de modo que existen dos clases de ellas: las que cambian con facilidad y las que perseveran en sí mismas.