Enéada III, 4, 4 — A alma do mundo e seu corpo

4- Mas, ¿permanece siempre en el cuerpo esta emanación? No; porque si nos volvemos hacia lo alto, también ella se vuelve con nosotros. ¿Y qué ocurre con el alma del universo? Esa parte separada de ella, ¿retornará luego con el alma? Digamos que no se había inclinado por su parte última, que no vino ni descendió, sino que permanece tal cual era; y el cuerpo del mundo, a su vez, se ve unido como iluminado por ella, sin que esto le turbe o le cause preocupación, porque el mundo continúa en seguridad. ¿Pues qué? ¿No tiene sensación alguna? “No tiene vista”, dice (Platón)1, porque no tiene ojos; pero es claro que tampoco cuenta con orejas, nariz y lengua. Entonces, ¿carece el universo de la conciencia de lo que hay en sí, como la que tenemos nosotros de lo que hay en nuestro interior? Ocurre lo mismo con nuestro estado natural: en él se da la calma y ni siquiera se manifiesta el placer; se encuentra y no se encuentra presente aquí la potencia vegetativa, y lo mismo acontece con la potencia sensitiva. Pero en otras partes se hablará del mundo; hablamos ahora de él en cuanto le toca nuestra cuestión.


  1. Cf. Platón, La República, 617 e “No será ser divino el que elija vuestra suerte, sino que vosotros mismos la elegiréis”.