Enéada III, 7, 6 — Comentário das fórmulas platônicas, que caracterizam a eternidade como…

Traduções em Tratado-45

Cap 6: Comentário das fórmulas platônicas, que caracterizam a eternidade como…
linhas 1-11: … o ser que permanece junto do Uno (Timeu 37d7)
linhas 11-21: … o ser verdadeiro (Timeu 28a1-4 e passim)
linhas 21-36: … o que é “sempre” (Timeu 27d6 e passim)
linhas 36-50: o ser total e perfeito (Timeu 30 c5-31b4)
linhas 50-57: … o que existia antes do mundo sensível (Timeu 29e1)


6. Como esta naturaleza, tan hermosa y eterna, vive inmediata al Uno, y viene de El y marcha hacia El, no apartándose nunca de El, sino, por el contrario, permaneciendo siempre junto a El y viviendo su vida, podría confirmarse, según creo, lo que ya dijo Platón con palabras hermosas y gran profundidad de pensamiento: esto es, que “la eternidad permanece en el Uno”1. Con esta referencia al Uno no sólo llevamos la eternidad a sí misma, sino que mantenemos la vida del ser en el Uno. Y esto es lo que buscamos: que lo que permanece inmediato al Uno, posee la eternidad. Porque, realmente, lo que permanece inmediato al Uno es el acto de una vida que también permanece y se dirige por sí misma al Uno, que existe en sí y no se ve frustrado en su ser y vida verdaderos, con lo cual podrá decirse que posee la eternidad. Este acto posee verdaderamente el ser y no puede dejar de ser o ser de otra manera; es, pues, siempre así y no puede llegar a ser diferente. No contiene ahora una cosa y luego otra, ni hay en él intervalo, evolución, progreso ^ o extensión, no pudiendo, por tanto, aprehenderse sü antes y su después. Pero si no hay en él un antes y un después, y si lo más verdadero que puede decirse de él es que es, y es precisamente asi, por ser sustancia dotada de vida, de nuevo volvemos a lo que decimos, esto es, a ver ahí la eternidad. Cuando afirmamos que es siempre, y que no hay un momento en que sea y otro en que no sea, conviene entender que hablamos así en bien de l’a evidencia. Sin embargo, no empleamos aquí la palabra siempre en su sentido absoluto, sino que designamos con ella la incorruptibilidad del ser, aunque pueda extraviar nuestro ánimo llevándole a descender hacia algo mayor que podría todavía faltar en alguna ocasión. Quizá resulte mejor, por tanto, llamarle sólo lo que es. Pero, si bien con lo que es se designa suficientemente la esencia, dado que se ha creído también que las cosas sujetas a la generación son sustancias, se ha juzgado conveniente, para comprender esta expresión, añadirle la palabra siempre. Porque lo que es no es una cosa, y lo que es siempre, otra; lo mismo que el filósofo no es una cosa y el verdadero filósofo otra. Si acaso, porque podría usurparse el hábito de la filosofía, se prefiere añadirle el calificativo de verdadero. Del mismo modo, a lo que es se añade la palabra siempre, y a siempre la expresión lo que es, de manera que se dice lo que siempre es; lo cual debe tomarse en el sentido de lo que es verdad érame nte, aunque restringiendo el uso de siempre al sentido de potencia indivisible, que de nada necesita para existir y se basta con lo que ya tiene, porque lo tiene todo.

Esa potencia es lo que es, y lo es todo. De nada carece, ni está completa en un sentido e incompleta en otro. Un ser incluido en el tiempo, por muy perfecto que sea, como por ejemplo, un cuerpo determinado por un alma, necesita, a pesar de todo, de un después, ya que, falto del tiempo, tiene necesidad de él. Si ha de estar ligado al tiempo y unido a él, es, realmente, un ser incompleto, al que sólo por homonimia podemos llamar perfecto. En cambio, un ser que no necesita de un después, ni de un después medido por el tiempo o extendido indefinidamente a lo ilimitado, ese ser, decimos, que cuenta con todo lo que debe tener, es el ser al que nosotros aspiramos. Su existencia no depende de una determinada magnitud, sino que es anterior a toda magnitud. Y si no tiene magnitud alguna, es claro que tampoco deberá unirse a ella, para que su vida no se vea dividida y no pierda su pura indivisibilidad, que habrá de conservarse como su esencia. En cuanto a la afirmación de que (el demiurgo) “era bueno”1 dice relación al universo sensible, indicando que, en razón a lo que está más allá de él, el universo no depende de un determinado tiempo. De manera que el mundo no puede tener un comienzo en el tiempo, ya que, por ser causa, el ser se ofrece con anterioridad. Sin embargo, (Platón) habla así para una mayor claridad, aunque luego se censure a sí mismo por el empleo de una expresión que no juzga totalmente correcta respecto a los seres que se dicen y se piensan como eternos2.


  1. Cita del Timeo, 29 e. 

  2. Cf. Platón, Tiemo 37e.