Enéada IV, 4, 24 — Sabe-se que a sensação não pode se fazer sem órgãos (2)

24. Otra de las cuestiones a investigar es si la sensación atiende únicamente a nuestra utilidad. Porque si el alma a solas carece de sensación y ésta le adviene en contacto con el cuerpo, es claro que siente por medio del cuerpo. Con lo cual las sensaciones provendrían del cuerpo y serían dadas al alma por su relación con él o como una consecuencia necesaria de esta misma unión. Porque lo que sufre el cuerpo, si aumenta en intensidad, llega a tocar al alma; o, dicho de otro modo, los sentidos han sido hechos para que nos libren de un agente que va en aumento y que puede ser destructor, o también para evitar que ese mismo agente se aproxime hasta nosotros. Si esto es así, los sentidos nos servirían de alguna utilidad. Porque si nos proporcionan conocimiento, servirán para hacer recordar a un ser sumido en el olvido y que, por desdicha para él, está privado de toda ciencia. No ocurriría lo mismo en un ser al que no afectasen la necesidad y el olvido.

En tal sentido podremos examinar no sólo las cosas relativas a la tierra, sino también las que se refieren a todos los astros y, en especial, al cielo y al mundo entero. La sensación, según lo que nosotros decíamos, se verifica en seres particulares a los que afecta algún objeto, pero siempre en relación con otros seres particulares. Porque, ¿cómo podría haber sensación en el ser universal si este ser es insensible con relación a sí mismo? Si el órgano que siente debe ser diferente al objeto sentido, y si el universo lo es a la vez todo, es dará que no podrá darse en él un órgano que siente y un objeto sentido, sino que habrá que concederle una sensación de sí mismo, análoga a la que nosotros tenemos de nosotros mismos, pero sin otorgarle por esto la sensación, que es siempre conocimiento de otro ser. Así, cuando nosotros recibimos alguna impresión no habitual de un hecho que ocurre en nuestro cuerpo, tenemos que atribuirla a algo que viene de fuera.

Sin embargo, puesto que nosotros percibimos no sólo los objetos exteriores, sino también una parte de nuestro cuerpo con alguna otra de sus partes, ¿qué impide que el universo se sirva de las estrellas fijas para ver los planetas y de éstos para ver la tierra y las cosas que hay en la tierra? Si estos seres no tienen las mismas experiencias que los otros seres, pueden, no obstante, tener sensaciones de otra manera, con lo cual la visión no sólo pertenecerá a las estrellas fijas en sí mismas, sino que la esfera que las encierra podrá ser como un ojo que dé a conocer lo que ve al alma del universo. Y si esta misma esfera no sufre como las demás, ¿por qué no podrá ver al igual que ve un ojo, siendo como ella es una esfera luminosa y animada? “No tiene necesidad de ojos”, dice (Platón). Pero si nada le queda por ver fuera de sí misma, algo al menos tendrá que ver en su interior y nada impedirá que se vea a sí misma. Demos por supuesto, en efecto, que la visión no constituya para ella nada esencial y que resulte vano el que se vea a sí misma. Aun así, podría tomarse como una consecuencia necesaria, porque, ¿qué impide que un cuerpo como éste disfrute de la visión?