Enéada IV, 4, 39 — Aplicações concretas. Presságios. Mal

39. He aquí, por tanto, que las cosas del universo no dependen de razones seminales sino de razones todavía más comprensivas, pertenecientes a seres anteriores a las razones seminales. Porque no se encuentra en las razones seminales la causa de los hechos que son contrarios a ellas, y ni siquiera la de los hechos que provienen de la materia y colaboran con el universo, o la de las acciones que ejercen, unos sobre otros, los seres que han sido engendrados. Más semejaría la razón del universo a una razón que introdujese el orden y la ley en una ciudad, la cual tendría que conocer las cosas que hacen los ciudadanos e, igualmente, aquello por lo que actúan. Así, daría sus leyes para cumplir todo esto y combinaría con las leyes sus pasiones, sus acciones y el honor o el deshonor que se siguen de ellas, con lo que todas las cosas compondrían espontáneamente una sinfonía. El hecho de que existan los signos no quiere decir que sean ellos precisamente los que nos sirvan de guía, ya que las cosas se suceden de tal modo que unas son presagio de las otras. Dado que el universo es uno, y todo también se atribuye a la unidad, unas cosas son conocidas por otras, la causa por lo que es causado, el consiguiente por el antecedente y el ser compuesto por uno de sus elementos, ya que todos ellos se dan a la vez.

Si las cosas que se dicen fuesen verdaderas, las dificultades quedarían resueltas y, sobre todo, la que atribuye a los dioses los males del universo. Pero la voluntad de los dioses no es realmente la causa de estos males, pues todo lo que viene de lo alto resulta de necesidades naturales, que ponen en relación unas partes con otras de acuerdo con lo que requiere la vida universal. Por otra parte, ‘muchas de las influencias de los astros, que, separadamente, no producen ningún mal, originan por su mezcla resultados muy diferentes. Tengamos en cuenta que cada ser no vive para él sino para el todo y que, además, el sujeto sufre una influencia no apropiada a su naturaleza, no pudiendo por tanto dominar lo que se le ha dado.