Enéada IV, 4, 5 — A memória em sua relação à união da alma e do corpo (5)

5. ¿Entonces, nos preguntaremos, es esa potencia la que hace pasar los inteligibles al acto? Digamos que si realmente no llegamos a contemplarlos, los conocemos por la memoria, y si los contemplamos en sí mismos, lo hacemos a la manera del mundo inteligible. La facultad de que ahora nos servimos se despierta al mismo tiempo que sus objetos y tiene, además, la visión de los objetos de que hablamos. Para dar a conocer los inteligibles no tenemos que valernos de conjeturas, ni de silogismos que tomen sus premisas de otra parte; sino que, ya incluso aquí, y como yo digo, podemos hablar de los seres inteligibles en razón a la facultad que los contempla en su propio mundo. Porque, cuando despertamos en nosotros esa facultad, es el mundo inteligible el que se ofrece a nuestra contemplación; de tal modo que la facultad se despierta con los seres inteligibles, y nosotros mismos, cual si estuviésemos elevados sobre ese mundo, lanzamos nuestra mirada desde un lugar privilegiado, viendo así lo que otros no colocados en este lugar son incapaces de ver.

Se muestra, pues, aquí razonablemente que la memoria comienza para el alma cuando ésta se encuentra en el cielo, esto es, luego de haber abandonado los lugares inteligibles. No tiene nada de sorprendente que, una vez en el cielo, procedente de los lugares del mundo inteligible, el alma conserve el recuerdo de las cosas de aquí y de todo lo que ya se ha dicho; ni lo tiene tampoco que reconozca muchas de las almas que antes había conocido, dado que estas almas cuentan necesariamente con cuerpos que, en su forma, son semejantes a los que ya habían tenido. Aunque estas almas hayan cambiado su cuerpo por otro de forma esférica, no dejarán de ser reconocidas por sus mismos caracteres y sus costumbres particulares. Esto no es nada extraño, porque, a pesar de que estas almas hayan podido desprenderse de sus pasiones, nada impide que conserven sus caracteres. Otro modo de reconocimiento es la misma posibilidad de dialogar.

Pero, ¿cómo serán los recuerdos cuando las almas han descendido del mundo inteligible? Despertarán también su memoria, aunque en un grado menor que para las otras almas, porque tendrán otras muchas cosas de que recordarse. Las habrá hecho completamente olvidadizas el largo tiempo de permanencia (fuera del cielo). Más, ¿qué será de sus recuerdos una vez que caigan en el mundo sensible, donde tienen lugar los nacimientos? No es necesario en modo alguno que caigan hasta el fondo del mundo, porque, si realmente se han puesto en movimiento, también pueden detenerse en su avance. Nada impide, desde luego, que se despojen nuevamente de sus cuerpos antes de que lleguen al límite extremo en el mundo de la generación.