Enéada IV, 5, 4 — A afecção de um intermediário não é a condição da vista (2)

4. ¿Qué relación existe, pues, entre la luz contigua al ojo y la que se da en él, así como entre la que media con el objeto sensible? Digamos en primer lugar que no tiene necesidad del aire como medio. Y si se dijese que la luz no puede existir sin el aire — sin el aire, que es para ella un medio por accidente — , entonces la luz misma sería un medio, y un medio rigurosamente impasible. Pero no tenemos necesidad absoluta de que el medio sea afectado, y si existe en realidad el medio, no se trata de un medio corpóreo, puesto que la luz no es un cuerpo. Por lo demás, el ojo no necesita para ver de una luz extraña e intermedia, sino tan sólo para ver a distancia.

Dejaremos para más adelante el examen de la primera cuestión, esto es, si puede existir la luz sin el aire. Pasaremos, por tanto, a la segunda. Si suponemos antes de nada que la luz contigua al ojo es algo animado, algo por lo que circula y se extiende el alma, como quiera que se da en el interior del ojo, no hay ya necesidad, en cuanto a la percepción visual, de una luz intermedia, sino que la vista se hace semejante al tacto, y la misma facultad de ver, amparada en la luz exterior, percibe real y verdaderamente sin que el medio resulte afectado. Y así pasa al objeto el movimiento de la visión.

Llegados a este punto conviene que nos preguntemos si la visión debe marchar hacia el objeto por la existencia de un intervalo entre el ojo y el objeto o por el hecho de que en este intervalo exista un cuerpo. Si se trata de esto último, es claro que se verá una vez separado el obstáculo; si se trata de lo primero, hay que suponer que la naturaleza del objeto visible es completamente ociosa e inactiva en el acto de la visión. Pero esto parece imposible, porque el tacto no sólo conoce y toca el objeto vecino, sino que se ve afectado por las diferentes especies de cualidades, que, a su vez, da a conocer al alma. De no existir un obstáculo intermedio, también sentiría a distancia, porque es indudable que sentimos el calor del fuego al mismo tiempo que el aire intermedio y no tenemos que esperar en absoluto a que el aire se caliente. Incluso podría decirse que nuestro cuerpo, por su misma solidez, se calienta antes que el aire. De modo que nos calentamos por medio del aire, pero no gracias a él. Por consiguiente, si hay algo que puede actuar, y algo también que puede sufrir, ¿por qué echar mano de un cuerpo intermedio, sobre el cual el objeto ejerza su poder? Esto equivale, en rigor de verdad, a exigir un obstáculo. Porque, en efecto, cuando la luz del sol llega hasta aquí, no es el aire el que primero la siente y luego nosotros, sino que él y nosotros la sentimos a la vez. Incluso la vemos con frecuencia antes de que esté próxima al ojo e iluminando objetos extraños. La contemplamos, pues, sin que el aire sea afectado para nada, esto es, sin que el medio la experimente, ya que no es llegada todavía esa luz a la que el ojo debe unirse. Difícil resulta también en esta hipótesis explicar cómo se ven los astros y, en general, el fuego durante la noche.

Si suponemos que el alma permanece en sí misma, sirviéndose de la luz como de un bastón para ver de anticiparse al objeto visible, la percepción tendrá que ser considerada como una acción violenta, en orden a la resistencia del objeto y al despliegue de la luz, pues lo sensible, como tal color, deberá resistir fuertemente. Así se explican los contactos, por medio de algo interpuesto. Pero, con todo, el objeto debe haber estado directamente en contacto con nosotros, sin la intervención de ningún cuerpo intermedio; porque el contacto que así tiene lugar sólo nos da un conocimiento último, como por ejemplo el de la memoria y, sobre todo, el del razonamiento. No es éste el caso que ahora se ofrece.

Si suponemos, en fin, que el color hace sufrir en primer lugar a la luz próxima al objeto, para llegar luego gradualmente hasta la vista, la hipótesis se vuelve idéntica a la que admitía que el medio es modificado primeramente por el objeto sensible, lo cual ya se ha considerado como incierto en otra parte.