6. Conviene, por tanto, que no exista una sola cosa, porque, de otro modo, todo permanecería oculto al no tener en el Uno forma alguna. Ni existiría ningún ser, si el Uno permaneciese inmóvil en sí mismo, ni habría la multiplicidad de seres que provienen del Uno, caso de no darse después de Él esa procesión de seres que tienen el rango de almas. E, igualmente, no conviene que las almas existan solas, esto es, sin hacer manifiesto lo que ellas mismas producen. Porque es propio de toda naturaleza dejar algo tras de sí y desenvolverse a partir de una cierta simiente o principio indivisible hasta llegar a un término sensible. El término primero permanecerá en su lugar apropiado, pero lo que de él se siga tendrá que haberse originado de una potencia invisible que ya existía en aquél, la cual no deberá verse inmovilizada, o acaso limitada, tan sólo por malevolencia. Esa potencia tendrá que avanzar siempre, hasta que, dentro de lo que sea posible, pueda llegar al último de los seres en razón a lo inconmensurable de su poder, que da todo lo que posee y no deja pasar nada sin una parte de sí misma. Porque nada impide que un ser tenga la parte de bien que él mismo sea capaz de obtener. Por tanto, si la naturaleza de la materia existe siempre, no es posible que no participe del bien, difusible a todas las cosas, en tanto sea capaz de recibirlo. Si la producción de la materia es consecuencia necesaria de las causas anteriores a ella, no podrá permanecer como separada de su principio, cual si ese principio por el que recibe la existencia se viese detenido e imposibilitado de llegar hasta ella. Pues lo que hay de más hermoso en los seres sensibles es una demostración, no sólo de lo que hay de mejor en los seres inteligibles, sino también de su poder y de su bondad. Todo se reparte, desde siempre, en realidades inteligibles y realidades sensibles. Las primeras existen por sí mismas, en tanto las segundas reciben eternamente la existencia por su participación en aquéllas, imitando, en la medida de lo posible, la naturaleza inteligible.
Enéada IV, 8, 6 — A potência herdade do Uno se estende à totalidade do real.
- Guthrie: Tratado 6,7 (IV,8,7) — A natureza da alma é de um tipo intermediário
- Guthrie: Tratado 6,8 (IV,8,8) — A alma não entra inteiramente no corpo
- Igal: Tratado 6 (IV, 8) — SOBRE EL DESCENSO DEL ALMA A LOS CUERPOS
- MacKenna: Tratado 6 (IV, 8) — A descida da alma no corpo
- MacKenna: Tratado 6,1 (IV,8,1) — Interrogação sobre as condições da descida da alma no corpo
- MacKenna: Tratado 6,2 (IV,8,2) — A bem-aventurada governança do corpo
- MacKenna: Tratado 6,3 (IV,8,3) — Comparação entre a alma e o Intelecto
- MacKenna: Tratado 6,4 (IV,8,4) — A queda das almas individuais
- MacKenna: Tratado 6,5 (IV,8,5) — A descida da alma é ao mesmo tempo voluntária e necessária
- MacKenna: Tratado 6,6 (IV,8,6) — A potência herdada do Uno se estende à totalidade do real