Enéada IV, 9, 2 — A alma é una e indivisível enquanto alma

2. En primer lugar, si mi alma y el alma de otro constituyen una sola alma, no por ello es verdad que el compuesto de alma y cuerpo sea idéntico en ambos. Una misma alma en cuerpos diferentes no tiene por qué experimentar las mismas impresiones en cada uno de ellos. Ocurre aquí como con el hombre, que se mueve en mí si yo me muevo, y está inmóvil en ti si tú lo estás. No resulta, pues, absurdo ni realmente paradójico que el alma sea idéntica en mí y en ti, ni es necesario tampoco que, si yo siento, otro ser experimente también la misma impresión. Ni siquiera en un cuerpo único la impresión que experimenta una mano es experimentada por la otra mano, sino por el alma que se da en el conjunto. Por tanto, si tú has de conocer mis impresiones, habrá necesidad de un cuerpo único en el que se unan los dos nuestros; unidas así sus dos almas tendrán también las mismas sensaciones.

Sin embargo, conviene pensar que muchas cosas que acontecen en un cuerpo se ocultan a la realidad del todo, y tanto más cuanto más grande sea ese cuerpo. Traeríamos aquí a colación lo que se dice de los monstruos marinos, en los que el ser total no tiene sensación alguna de lo que experimenta una parte del cuerpo, cuando esta sensación es demasiado débil. De manera que no es necesario que la sensación sea perfectamente clara para el ser total cuando sólo es afectada una parte de su cuerpo. Pero, aun en este caso, no es ilógico admitir una simpatía en el conjunto, ni menos deberá desconocérsela, aunque no se produzca necesariamente la impresión sensitiva. Tampoco resulta absurdo que la virtud se dé en mí y el vicio se dé en otro ser, puesto que no es imposible que una misma cosa se encuentre en movimiento en un ser e inmóvil en otro. El hecho de que afirmemos que el alma es única no quiere decir de ningún modo que no participe en la pluralidad — esto, por ejemplo, habrá que concederlo a una naturaleza superior — , pues lo que indicamos en esa afirmación es no sólo que es una y múltiple sino que participa “de la naturaleza divisible en los cuerpos y, asimismo, de la naturaleza indivisible”; de modo que se trata de nuevo de un alma única. Y lo mismo que en mí la impresión producida en una parte del cuerpo no domina necesariamente su conjunto, sino que lo que acontece en la parte principal se proyecta luego sobre las otras partes, así también los efectos del universo sobre cada uno de los seres se hacen verdaderamente muy claros por la simpatía de todos los seres con el todo, aunque no resulte de toda evidencia si los efectos provenientes de nosotros mismos aprovechan realmente al todo.