3. Ciertamente, otro razonamiento nos dice, por el contrario, que mantenemos unos con otros una simpatía reciproca, que ante algo que ven nuestros ojos compartimos con los demás nuestros sufrimientos y alegrías, y que, igualmente, nos vemos arrastrados de manera natural hacia el sentimiento de la amistad. Y no hay duda de que la amistad descansa en esa misma simpatía. Pues si los conjuros y, en general, las artes mágicas nos aproximan y nos hacen sentir las mismas cosas a grandes distancias, ello habrá de atribuirse por entero a la unidad del alma. Y así, una frase pronunciada levemente puede ejercer un efecto lejano e incluso dejarse oír a distancias inmensas, de todo lo cual se deduce la unidad de todas las cosas, que es resultado de la unidad del alma.
Ahora bien, si existe una sola alma, ¿cómo pueden darse un alma racional, un alma irracional y un alma vegetativa? Sin duda, porque la esencia indivisible del alma, que no se divide en los cuerpos, aparece ordenada según la razón, en tanto la esencia que se divide en los cuerpos y que, a pesar de todo, es una y la misma, produce en todas partes la facultad de sentir, como consecuencia de esa división. Esa será precisamente la primera facultad, y la segunda la capacidad que aquella esencia tiene para modelar y producir los cuerpos. Pero no porque tenga varias facultades deberá dejar de ser una. Porque en la simiente hay también más de una potencia, que es, sin embargo, una, aunque de esta unidad provenga una multiplicidad. Pero, si es así, ¿cómo no se dan todas las facultades en cualquier ser? Si nos fijamos en el alma individual que, según se dice, se encuentra en todas partes, comprobamos que la facultad de sentir no es la misma en todas ellas, y también que la razón no se halla en todo el cuerpo. En cuanto a la facultad vegetativa, se aparece en partes que no experimentan la sensación, aunque ello no impide que vuelva de nuevo a la unidad una vez que el cuerpo ha desaparecido. Pero si el alma tiene del universo la facultad vegetativa, también la tendrá del alma universal. ¿Por qué, entonces, esta facultad no puede proceder de nuestra alma? Pues sabido es que la facultad vegetativa del universo es la que sufre la sensación, en tanto en cada uno de nosotros la facultad de sentir, ayudada por la inteligencia, juzga de los objetos, pero en nada ayuda al poder de modelar el cuerpo que el alma recibe del universo. Y, ciertamente, podría hacerlo, si esta facultad no hubiera de encontrarse en el universo.