Enéada V, 9, 14 — Há Formas das coisas sem valor e compostos acidentais?

14. Hemos de establecer, pues, como principio esa naturaleza de la Inteligencia que comprende todos los seres en el mundo inteligible. Pero, ¿cómo es esto posible, si este principio es realmente uno y simple y en los seres se da la multiplicidad? ¿Cómo puede unirse la multiplicidad a la unidad y cómo existen todos estos seres? ¿Por qué, además, la Inteligencia comprende todos estos seres y de dónde proviene todo ello? He aquí lo que conviene explicar, pero partiendo ya de otro principio.

En cuanto a si en el mundo inteligible hay ideas de las cosas de la putrefacción y de cualesquiera otras cosas indignas, si la hay, por ejemplo, de la suciedad y del barro, hemos de decir que la Inteligencia sólo extrae del primer principio las cosas que son mejores. Entre ellas, ciertamente, no se incluyen éstas, pues la Inteligencia no las posee, sino que el alma, que recibe mucho de la Inteligencia, recibe también de la materia otras muchas cosas entre las cuales están las ya dichas.

De todo ello se hablará con más claridad en cuanto volvamos a la dificultad propuesta, esto es, cómo la multiplicidad proviene de la unidad.

Digamos ahora que los seres compuestos accidentalmente, no por la Inteligencia, sino por la reunión de objetos sensibles (que actúan) por sí mismos, no se encuentran en las ideas; así, los productos de la putrefacción provienen tal vez de que el alma no puede producir otra cosa, porque, sí ocurriese de otro modo, hubiera producido también los seres naturales, ya que ella produce cuanto puede.

En cuanto a las artes, todas aquellas que son referidas por el hombre a las cosas que están de acuerdo con la naturaleza, se hallan en el hombre en sí.

Y en cuanto al alma (hemos de decir) que, con anterioridad al alma universal, existe un alma en sí que, o es la vida (en general), o es esa otra vida que se da en la Inteligencia antes de que el alma haya nacido y, precisamente, para que ella nazca.